El Padre Bachi
Fiodor Dostoyevski, en su obra “Los
hermanos Karamazov”, pone en palabras de Staretz Zósimo, quien al ser
consultado por cómo puede uno puede acceder a conocer la existencia de Dios y
la inmortalidad del alma, respondió: “Por medio del amor, que es el que
lo hace todo. Procure amar al prójimo con un ardor
inextinguible. A medida que vaya usted progresando en el amor al prójimo,
se irá convenciendo de la existencia de Dios y de la inmortalidad del alma. Si
alcanza la abnegación completa en su amor al prójimo, creerá ciegamente y la
duda no podrá siquiera rozar su alma. Esto está demostrado por la experiencia.”
En estos días tomó estado público
nacional el fallecimiento del padre Bachi Britez, cura villero de La Matanza.
Cuando digo cura villero, espero entiendan que no lo digo en el tono despectivo
que muchos utilizan el termino “villero”, sino que quiero expresar el tipo de
opción pastoral que él había tomado. Murió a causa del coronavirus, que
contrajo en el barrio donde pastoreaba y al que nunca dejó, más allá de que era
una persona de riesgo por problemas respiratorios crónicos. Dicen que estuvo varias
semanas en terapia intensiva hasta su Pascua a la Casa del Padre. También
cuentan que se contagió del Covid, por no dejar de estar trabajando al lado de
su gente, de la gente de su barrio.
El padre Bachi se había criado en
una villa. Allí nació su vocación y allí desarrolló su pastoral. En Villa
Palito, diócesis de San Justo, creó talleres de oficios para jóvenes; acompaño
a las madres que luchan para evitar que sus hijos caigan en las garras del Paco
– esa droga asesina que consumen los pobres –; gestionó ante la municipalidad y
logró la urbanización de la villa; creó casas de recuperación de adictos; en
definitiva acompañó toda actividad que llevara dignidad a la gente, que era su
gente, no por adopción, sino porque los conocía de toda su vida, eran su
familia.
Los curas villeros parecen una
experiencia reciente, nacida de las crisis vividas en Argentina a partir del
2001, pero en realidad son los herederos eximios de los curas que salieron a
estar junto a su pueblo después del Concilio Vaticano II, las conferencias
episcopales latinoamericanas de Medellín (1968) y Puebla (1979). Curas que no
dudaron en sentir la “opción por los pobres” como la obligación por los
pobres. Así, siguiendo los caminos del padre Carlos Mujica, quien
decidió dejar su vida en la Villa 31 llegando al martirio, los curas villeros
de hoy siguen soñando ese mundo mejor para los que sufren.
Mientras fue Arzobispo de Buenos
Aires, Jorge Bergoglio, hoy Papa Francisco, alentó este modo de ejercer la
misión de la Iglesia. Cuentan quienes lo conocen que dedicaba los fines de
semana a visitar las parroquias en estos barrios pobres más allá de toda
pobreza. Y no extraña que esto fuera así, ya que Francisco es un hijo del
Concilio que llevó a la Conferencia de obispos latinoamericanos de Aparecida
los conceptos fundantes de la Teología del Pueblo, surgida de Medellín y
Puebla, desarrollada por los padres Tello, Gera, Scannone y que sirviera de
guía a los mártires riojanos y tantos que se comprometieron con los sufrientes
en Argentina.
¿Cuál es el planteo fundante de este
pensamiento teológico? Es muy sencillo y fácil de aplicar en nuestras vidas.
Debemos unir nuestra fe a la fe del pueblo. Es compartir con el pueblo el Amor
que surge del mensaje de Jesús. Lo que decía Angelelli, “Con un oído en
el Evangelio y otro en el Pueblo”. Compartir con el pueblo el amor del
Dios hecho Hombre. Para esto debemos definir además qué es el pueblo. También
nos decía el Beato Angelelli: “Pueblo es el que no oprime y lucha contra
la opresión”. Así vemos que tiene un compromiso liberador este
concepto. Compromiso que nace de que todos somos hijos de Dios y todos tenemos
derecho a la vida digna de los hijos de Dios.
En estos días, Mons. Víctor Manuel
Fernández detalló lo que sufre el pueblo por estas épocas. Contextualizado
respecto a las enseñanzas de Francisco en Laudato Sí, nos dice que hoy tenemos
hermanos que viven condiciones de vida tan indignas que ningún país con conciencia
podría tolerar. Es más, analiza las prioridades que debe tener el Estado: “El
primero es cuidar a los más débiles, salvo que avance esa opción eugenésica del
sector fascista de la población que dice: ‘Ojalá que esto sirva para diezmar a
los negros, vagos e inservibles’. El segundo es la condición que permite
sostener el primero: recomponer y desarrollar la producción y el empleo”.
Duras palabras que suenan en nuestras cabezas como una admonición al compromiso
solidario. “Por sus obras lo conocerán” (Mt 7,15), entonces esas
obras deberán estar encaminadas a ayudar a que todos tengamos acceso a la vida
digna para nosotros y nuestros hijos. Porque como decía el derecho Romano, la
responsabilidad del Pater Familiae es garantizar la dignidad de los que tiene a
su cuidado. Y por la gracia de Dios, los que nos sentimos unidos por la
creencia de algo que sea mayor que nosotros, tenemos a toda la humanidad bajo
nuestro cuidado y debemos ejercerlo responsablemente.
Y en eso el padre Bachi Britez nos
dejó su ejemplo. Como dijo su Obispo Eduardo Garcia en la misa en su memoria: Bachi “cargó
con la cruz de ser distinto, de hacer otras cosas, de ponerse al hombro a los
marginados, a los descartados, la misma que cargaba Jesús”.
Jorge Gerbaldo

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