09 septiembre 2020

Por sus obras serán recordados


El Padre Bachi

           

Fiodor Dostoyevski, en su obra “Los hermanos Karamazov”, pone en palabras de Staretz Zósimo, quien al ser consultado por cómo puede uno puede acceder a conocer la existencia de Dios y la inmortalidad del alma, respondió: “Por medio del amor, que es el que lo hace todo. Procure amar al prójimo con un ardor inextinguible. A medida que vaya usted progresando en el amor al prójimo, se irá convenciendo de la existencia de Dios y de la inmortalidad del alma. Si alcanza la abnegación completa en su amor al prójimo, creerá ciegamente y la duda no podrá siquiera rozar su alma. Esto está demostrado por la experiencia.”
   

         En estos días tomó estado público nacional el fallecimiento del padre Bachi Britez, cura villero de La Matanza. Cuando digo cura villero, espero entiendan que no lo digo en el tono despectivo que muchos utilizan el termino “villero”, sino que quiero expresar el tipo de opción pastoral que él había tomado. Murió a causa del coronavirus, que contrajo en el barrio donde pastoreaba y al que nunca dejó, más allá de que era una persona de riesgo por problemas respiratorios crónicos. Dicen que estuvo varias semanas en terapia intensiva hasta su Pascua a la Casa del Padre. También cuentan que se contagió del Covid, por no dejar de estar trabajando al lado de su gente, de la gente de su barrio.
            El padre Bachi se había criado en una villa. Allí nació su vocación y allí desarrolló su pastoral. En Villa Palito, diócesis de San Justo, creó talleres de oficios para jóvenes; acompaño a las madres que luchan para evitar que sus hijos caigan en las garras del Paco – esa droga asesina que consumen los pobres –; gestionó ante la municipalidad y logró la urbanización de la villa; creó casas de recuperación de adictos; en definitiva acompañó toda actividad que llevara dignidad a la gente, que era su gente, no por adopción, sino porque los conocía de toda su vida, eran su familia.
            Los curas villeros parecen una experiencia reciente, nacida de las crisis vividas en Argentina a partir del 2001, pero en realidad son los herederos eximios de los curas que salieron a estar junto a su pueblo después del Concilio Vaticano II, las conferencias episcopales latinoamericanas de Medellín (1968) y Puebla (1979). Curas que no dudaron en sentir la “opción por los pobres” como la obligación por los pobres. Así, siguiendo los caminos del padre Carlos Mujica, quien decidió dejar su vida en la Villa 31 llegando al martirio, los curas villeros de hoy siguen soñando ese mundo mejor para los que sufren.
            Mientras fue Arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, hoy Papa Francisco, alentó este modo de ejercer la misión de la Iglesia. Cuentan quienes lo conocen que dedicaba los fines de semana a visitar las parroquias en estos barrios pobres más allá de toda pobreza. Y no extraña que esto fuera así, ya que Francisco es un hijo del Concilio que llevó a la Conferencia de obispos latinoamericanos de Aparecida los conceptos fundantes de la Teología del Pueblo, surgida de Medellín y Puebla, desarrollada por los padres Tello, Gera, Scannone y que sirviera de guía a los mártires riojanos y tantos que se comprometieron con los sufrientes en Argentina.
            ¿Cuál es el planteo fundante de este pensamiento teológico? Es muy sencillo y fácil de aplicar en nuestras vidas. Debemos unir nuestra fe a la fe del pueblo. Es compartir con el pueblo el Amor que surge del mensaje de Jesús. Lo que decía Angelelli, “Con un oído en el Evangelio y otro en el Pueblo”. Compartir con el pueblo el amor del Dios hecho Hombre. Para esto debemos definir además qué es el pueblo. También nos decía el Beato Angelelli: “Pueblo es el que no oprime y lucha contra la opresión”. Así vemos que tiene un compromiso liberador este concepto. Compromiso que nace de que todos somos hijos de Dios y todos tenemos derecho a la vida digna de los hijos de Dios.
            En estos días, Mons. Víctor Manuel Fernández detalló lo que sufre el pueblo por estas épocas. Contextualizado respecto a las enseñanzas de Francisco en Laudato Sí, nos dice que hoy tenemos hermanos que viven condiciones de vida tan indignas que ningún país con conciencia podría tolerar. Es más, analiza las prioridades que debe tener el Estado: “El primero es cuidar a los más débiles, salvo que avance esa opción eugenésica del sector fascista de la población que dice: ‘Ojalá que esto sirva para diezmar a los negros, vagos e inservibles’. El segundo es la condición que permite sostener el primero: recomponer y desarrollar la producción y el empleo”. Duras palabras que suenan en nuestras cabezas como una admonición al compromiso solidario. “Por sus obras lo conocerán” (Mt 7,15), entonces esas obras deberán estar encaminadas a ayudar a que todos tengamos acceso a la vida digna para nosotros y nuestros hijos. Porque como decía el derecho Romano, la responsabilidad del Pater Familiae es garantizar la dignidad de los que tiene a su cuidado. Y por la gracia de Dios, los que nos sentimos unidos por la creencia de algo que sea mayor que nosotros, tenemos a toda la humanidad bajo nuestro cuidado y debemos ejercerlo responsablemente.
            Y en eso el padre Bachi Britez nos dejó su ejemplo. Como dijo su Obispo Eduardo Garcia en la misa en su memoria: Bachi “cargó con la cruz de ser distinto, de hacer otras cosas, de ponerse al hombro a los marginados, a los descartados, la misma que cargaba Jesús”.

Jorge Gerbaldo




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