por Víctor Saulo Acha
Porque tenemos esta inveterada costumbre de buscar felicidad y estabilidad en nuestra realidad personal y colectiva, comenzamos a escuchar frases como estas “cuando volvamos a la normalidad”, o también “ya nada va a ser igual después de la pandemia”. Pero ¿qué quiere decir “volver a la normalidad”?
Volver al funcionamiento de la máquina destructiva del capitalismo salvaje que impera en el mundo? Volver a la injusta y escandalosa brecha entre unos pocos ricos cada vez más ricos y una multitud de pobres cada vez más pobres? Volver a las guerras fabricadas por puro interés económico con el saldo de millares de víctimas inocentes?
Volver a las talas indiscriminadas de selvas y bosques a lo largo y ancho del planeta? Volver a la privatización de glaciares y a la explotación minera con métodos contaminantes? Volver al uso ilimitado de substancias contaminantes del medio ambiente?
Volver a los ajustes de gobiernos que siempre aprietan el agotado cinturón de los que menos tienen y pueden en beneficio de intereses de unos pocos? Volver al sistema ya naturalizado de que en la relación trabajo-capital, siempre el capital se impone en perjuicio de los derechos del trabajador de cualquier nivel? Volver a la incoherencia de que la llamada clase media mire con desprecio a los más débiles y defienda los intereses de los poderosos que son la causa de sus propias limitaciones y carencias? Volver a este formato de “democracias” que han perdido su esencia y su coherencia habiéndose convertido en instrumentos del capital económico y financiero? Volver a la práctica donde el poder judicial es funcional al poder político? Volver al estado ausente, que reduce a su mínima expresión áreas fundamentales como la salud, la educación, el trabajo, etc y renuncia a la legítima primacía de la política por sobre los intereses económicos y de sectores hegemónicos? Volver a sociedades donde se ha instalado la xenofobia y la aporofobia (desprecio-odio al pobre), que resisten cuanto conduzca a un mundo cada vez más inclusivo, solidario y fraterno?
Volver a los liderazgos (pseudo liderazgos) solo funcionales a los poderes económicos responsables de los grandes males de la población y del planeta? Volver a la mentada “globalización”, que lejos de llevarnos a un mundo de relaciones profundas, fluidas y sin divisiones, concluyó finalmente en la globalización económico-financiera que ha profundizado brechas y creado nuevas discriminaciones en las relaciones internacionales y al interior de estados y regiones?
No, no podemos volver a esa “normalidad”. Más bien, reconociendo que teníamos enormes “anormalidades” sociales, políticas, económicas, es necesario pensar que hay una normalidad que aún seguimos buscando como humanidad. Una normalidad, donde la “norma”, el criterio, la medida, esté planteada desde otros criterios de convivencia, tanto en las relaciones interpersonales, como en las estructuras socio-políticas, donde el bien común esté por encima del bien particular-individual.
En ese mundo que para muchos es el normal, se hace imperioso reconocer que hay mucho por cambiar. Tanto en el modo de entendernos y asumirnos como personas, como en la manera en que imaginamos y realizamos la convivencia y las relaciones interpersonales y sociales.
Por lo tanto es adecuado afirmar que “ya nada va a ser igual después de la pandemia”. Pero esto no significa que de un día para otro seremos mejores individual y colectivamente. Sería ilusorio, porque significaría ignorar la condición humana, e ignorar que los individuos y las estructuras sociales no crecen a grandes saltos, sino por procesos de cambio que requieren tiempo y esfuerzos en múltiples niveles. Ignorar todo esto sería no saber leer la historia ni haber aprendido lo que ella nos enseña.
Ahora bien, es evidente que mucho va a cambiar, que seguramente están habiendo cuestionamientos individuales, que se van esbozando replanteos colectivos, que se han puesto en discusión aspectos de la vida social que parecían intocables, que se han despertado grandes valores y fortalezas de individuos y comunidades, etc. Todo esto abre un enorme abanico de posibles cambios, que dependerá de todos y en todos los niveles hacerlos efectivos.
Asistimos, en este momento puntual, a una situación mundial casi caótica, dado que hay reacciones disímiles entre los gobiernos de los diferentes países y aún divergencias y rupturas al interior de muchos de ellos, a la hora de establecer criterios y legislar ante la pandemia. Es solo un síntoma de la crisis global a la que hice referencia.
Es hora de instalar nuevos criterios de discernimiento; de percibir cuales son los nuevos paradigmas que se están esbozando; de inventariar los valores humanos que se están manifestando en el transcurso de esta pandemia para crecer en una nueva expresión cultural; a la vez tomar cuenta de los lamentables antivalores que se han puesto de manifiesto y que son nuevos “virus” que deben ser erradicados.
El covid19 ha sacado a luz la contaminación que hay en las estructuras políticas y sociales, que ya estaban reclamando un tratamiento urgente. El siglo XXI se ha estrenado con una “pandemia” de crisis institucional provocada por el capitalismo neoliberal y todas sus secuelas. Y en este siglo en el que veíamos esbozarse los rasgos de un cambio de época (sobre el cual escribí en este mismo espacio), la aparición de esta pandemia puede ayudarnos a aportar de manera positiva a ese inexorable cambio.
Un cambio en la mirada, que implica cambiar los paradigmas socio-culturales que orientan nuestro hacer y desde allí construyen el abanico de estructuras con las que se desarrolla la convivencia humana.
Mirar al otro en el tu a tu y no solo en una pantalla, porque el encuentro interpersonal es la expresión más sólida e irreemplazable de nuestra identidad personal.
Mirar la política como el espacio insustituible donde se construye la estructura social, cultural, económica y del cual somos todos solidariamente responsables.
Mirar con otros ojos al pobre y comprender que la realidad cruel de la pobreza es la expresión de milenarias falencias estructurales de las sociedades.
Mirar y valorar la vida antes que el consumo, porque de las crisis económicas se vuelve pero de la muerte no.
Como estas hay que estrenar muchas nuevas miradas que representen nuevos compromisos para la construcción social.
Hay esperanzas para la humanidad, porque ante la dramática realidad de la pandemia, han aflorado también las reservas morales que conserva nuestro pueblo y sobre las que hay que levantar el anhelado futuro. En nuestro país y en muchos otros:
- en diversas expresiones aparece el valor y la práctica de la solidaridad, en particular con los más afectados;
- los agentes de salud, y como ellos muchos otros, han demostrado su capacidad de ejercer con nobleza y entrega sin reparos, lo mejor de si para servir a las comunidades;
- la expresión “nadie se salva solo” se hizo consigna y acción expresada en solidaridad y cuidado del otro;
- ha surgido un casi impensado e inédito acuerdo entre dirigentes de distinto signo político, tirando todos para el mismo lado con sus decisiones;
- se aúnan esfuerzos que muestran la importancia de dar oportunidades a todos, cuidando que la salida del aislamiento no perjudique al conjunto social;
- se impuso un aprendizaje veloz de lo que es controlarse, cuidarse y cuidar al de al lado, renunciando opciones cotidianas para proteger la vida;
- se toma conciencia de que toda vida vale y por lo tanto hay que proteger del peligro a todos y comenzando por los más postergados;
- se instala como se ha hecho en nuestro país y también en otros, la importancia de dar primacía al cuidado de las vidas por encima del cuidado de las economías;
- se toma conciencia de que al limitar las actividades contaminantes se recupera la naturaleza y algo del equilibrio ecológico perdido por aquellos abusos;
- instalar la comprensión de la importancia de un Estado presente para asegurar el bien común y la organización social;
Quedan sin duda muchos otros logros positivos, que cada lector podrá añadir a esta lista, para que todo esto nos haga reafirmar que nuestra humanidad, ante tantas incoherencias y perversidades, tiene reservas morales suficientes para construir un futuro mejor:
…ya nada debe ser igual después de la pandemia”

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