03 diciembre 2020

Aprender a respirar con los dos pulmones

 

La presencia del Espíritu Santo en la Liturgia Maronita (1)

                                                                           

                                                                                                                                                                                                                                                                                           Por Maxi
 Chade


Con motivo de ahondar en la Pneumatología Oriental, vamos a exponer a grandes rasgos la doctrina del Espíritu que se desarrolló en la Iglesia Oriental, específicamente en la Iglesia Siriaca Maronita de Antioquia, la Iglesia Maronita..

 

1.                  El Espíritu Santo y la Liturgia de la Iglesia

Con la liturgia se celebra en el tiempo y en el espacio la obra de la redención, el plan histórico-salvífico actuado por el Padre, en Cristo, por obra del Espíritu Santo a favor de los fieles, quienes incorporados en la Iglesia y a beneficio de ella, que es la que celebra el misterio en sus fieles. Por lo tanto, decimos que la liturgia, es una manifestación del Espíritu de Cristo glorificado. Por obra de este Espíritu, toda acción litúrgica manifiesta y actúa la presencia de Cristo, y la memoria del misterio salvífico; no se trata simplemente de un piadoso recuerdo, sino que es memorial histórico-salvífico. El Nuevo Diccionario de Liturgia[1] al referirse a la acción del Espíritu Santo en la liturgia plantea dos movimientos: uno ascendente y el otro descendente. Se habla de movimiento ascendente, porque la liturgia es la “voz del Espíritu Santo en Cristo-Iglesia” para gloria del Padre. Y descendente porque la liturgia es comunicación del Espíritu, que actúa la presencia de Cristo glorificado. Por lo tanto la liturgia es efectivamente la historia de la salvación celebrada y perennizada, en donde se hace presente lo que Dios ha hecho y lleva a término para la salvación de los hombres. La liturgia es la celebración-actuación del misterio de la salvación que se hace historia, que viene recordada y vivida en plenitud. Si la celebración litúrgica no es signo del Espíritu, no es nada. Así como el Espíritu Santo está presente y actúa en la vida de Cristo, de igual modo, la presencia y la acción del Espíritu Santo es postulada por la vida de los miembros del cuerpo de Cristo, particularmente en la acción litúrgica, en donde ésta vida, se solidifica y se potencia, en donde crece y se va desarrollando. En ella, la presencia y la acción del Espíritu, verifican el pasado y anticipan el futuro salvífico: por lo tanto la historia de la salvación no es un mito, ni una utopía inalcanzable, sino que es realidad, presencia, en virtud de este mismo Espíritu.

Finalmente, es siempre el Espíritu Santo el que hace que cada celebración sea nueva, irrepetible, dadora de frutos; es Él quien impide que la acción litúrgica se reduzca a un ceremonialismo vacío, a un simbolismo mágico, a un juego alienante, a un gesticular insulso, a un hablar babélico. Es el Espíritu Santo el que vivifica en el hoy litúrgico el ayer salvífico, anticipándonos  la vivencia perenne. Y mientras la asamblea litúrgica ruega al Padre, grita también en el Espíritu, "Ven, Señor Jesús",  Maran-atha, suplicando Kyrie  eléison, a fin de que la gloria rendida a Dios en Cristo, con Cristo y por Cristo sea verdadera, íntima, profunda, exhaustiva.



[1] Cfr. A.M. TRIACCA “Espíritu Santo”, en: D. SARTORE; A.M.TRIACCA; J.M. CANALS (dirs), Nuevo diccionario de Liturgia. San Pablo. 1996. 703-719.

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