La
presencia del Espíritu Santo en la Liturgia Maronita (1)
Con motivo de ahondar
en la Pneumatología Oriental, vamos a exponer a grandes rasgos la doctrina del
Espíritu que se desarrolló en la Iglesia Oriental, específicamente en la
Iglesia Siriaca Maronita de Antioquia, la Iglesia Maronita..
1.
El Espíritu Santo y la Liturgia de la Iglesia
Con
la liturgia se celebra en el tiempo y en el espacio la obra de la redención, el
plan histórico-salvífico actuado por el Padre, en Cristo, por obra del Espíritu
Santo a favor de los fieles, quienes incorporados en la Iglesia y a beneficio
de ella, que es la que celebra el misterio en sus fieles. Por lo tanto, decimos
que la liturgia, es una manifestación del Espíritu de Cristo glorificado. Por
obra de este Espíritu, toda acción litúrgica manifiesta y actúa la presencia de
Cristo, y la memoria del misterio salvífico; no se trata simplemente de un
piadoso recuerdo, sino que es memorial histórico-salvífico. El Nuevo
Diccionario de Liturgia[1]
al referirse a la acción del Espíritu Santo en la liturgia plantea dos
movimientos: uno ascendente y el otro descendente. Se habla de movimiento
ascendente, porque la liturgia es la “voz del Espíritu Santo en Cristo-Iglesia”
para gloria del Padre. Y descendente porque la liturgia es comunicación del
Espíritu, que actúa la presencia de Cristo glorificado. Por lo tanto la
liturgia es efectivamente la historia de la salvación celebrada y perennizada,
en donde se hace presente lo que Dios ha hecho y lleva a término para la
salvación de los hombres. La liturgia es la celebración-actuación del misterio
de la salvación que se hace historia, que viene recordada y vivida en plenitud.
Si la celebración litúrgica no es signo del Espíritu, no es nada. Así como el
Espíritu Santo está presente y actúa en la vida de Cristo, de igual modo, la
presencia y la acción del Espíritu Santo es postulada por la vida de los
miembros del cuerpo de Cristo, particularmente en la acción litúrgica, en donde
ésta vida, se solidifica y se potencia, en donde crece y se va desarrollando.
En ella, la presencia y la acción del Espíritu, verifican el pasado y anticipan
el futuro salvífico: por lo tanto la historia de la salvación no es un mito, ni
una utopía inalcanzable, sino que es realidad, presencia, en virtud de este mismo
Espíritu.
Finalmente,
es siempre el Espíritu Santo el que hace que cada celebración sea nueva,
irrepetible, dadora de frutos; es Él quien impide que la acción litúrgica se
reduzca a un ceremonialismo vacío, a un simbolismo mágico, a un juego alienante,
a un gesticular insulso, a un hablar babélico. Es el Espíritu Santo el que
vivifica en el hoy litúrgico el ayer salvífico, anticipándonos la vivencia perenne. Y mientras la asamblea
litúrgica ruega al Padre, grita también en el Espíritu, "Ven, Señor Jesús", Maran-atha,
suplicando Kyrie eléison, a fin de que la gloria rendida a
Dios en Cristo, con Cristo y por Cristo sea verdadera, íntima, profunda,
exhaustiva.
[1] Cfr. A.M.
TRIACCA “Espíritu Santo”, en: D. SARTORE; A.M.TRIACCA; J.M. CANALS (dirs), Nuevo diccionario de Liturgia. San
Pablo. 1996. 703-719.

No hay comentarios:
Publicar un comentario