27 agosto 2020

Sección Joven

Ser más como ellos.


Ver los paisajes arrasados por el fuego resulta abrumador. Si hemos estado atentos a los comentarios en las redes sociales, en la calle y en las noticias, creo que una palabra que se repite en todos ellos y en el corazón de cada uno es tristeza. Antes de preguntarnos el por qué o antes de cualquier racionalización, ese sentimiento nos envuelve y hace que se vuelva difícil e incluso que no tengamos ni ganas de poner en palabras lo que resuena en nosotros cuando vemos las llamas en la oscuridad de la noche, de telón de fondo de nuestras casas y ciudades; o el humo que invade el aire y opaca la luz del sol durante el día.
También comenzaron a circular las imágenes de nuestros queridos bomberos dándolo todo en el frente de batalla, muchísimas personas que se solidarizaron con sus necesidades acercando aquellos insumos que necesitaban, otros que se pusieron al hombro la vida de los animales cuyo hábitat estaba siendo consumido y cuántos gestos más que en el silencio y el anonimato se han dado. 
Con el pasar de los días, cuando las voces y opiniones se van haciendo escuchar, se nos pinta un panorama desolador y desesperanzador. Se trata de aquellas denuncias públicas que acusan a la economía y al desarrollo perverso de provocar estas catástrofes de manera intencional, dañando conscientemente al ambiente para satisfacer sus ambiciones personales. No nos corresponde en este espacio realizar un juicio sobre esto, pero sí podemos permitirnos hacer una breve reflexión y compartir un pequeño pensamiento a la luz de lo que está ocurriendo. 
En la imagen que acompaña este escrito, vemos de manera real  la experiencia de la pequeñez humana en la inmensidad de una llama y la silueta de un bombero luchando con ella. Y uno se pregunta cuál es la esperanza y la pasión que lo mueve; por qué pone el cuerpo si eso es el efecto del descuido de otro, en el mejor de los casos; o de la perversión de un sistema enorme, si es como muchos han denunciado. Pero también podemos leer en ella de manera simbólica, la experiencia de tantos hombre y mujeres que todos los días se enfrentan desde su propia pequeñez ante la inmensidad de un sistema dañino, ante la impunidad de tantas relaciones que forman una trama de poder que arrasa con toda vida, especialmente la más vulnerable. Hoy, es el fuego devorando la flora y la fauna que habitamos pero, en esa imagen, se contienen muchas otras realidades que sin duda quien esté leyendo esto podrá nombrar y que nos genera el mismo sentir: tristeza y desesperanza.
Sin embargo, el bombero frente a kilómetros de fuego algo nos dice… Recuerdo un texto del teólogo Antonio González sobre el discurso apocalíptico de Jesús en Marcos: ""el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas”  (Mt 13, 24-25) A. González lee las estrellas y los astros como las grandes potencias de este mundo. Cuando reina Dios no hay potencia del mal que no caiga; en otras palabras, cuando las potencias caen, cuando una llama inmensa es apagada, se está haciendo presente el reino de Dios, se está gestando una nueva historia. 
Es posible que  nosotros todavía veamos las llamas y las estrellas bien sostenidas en el cielo, pero no hay dudas de cuál es el lugar que debemos tomar, al lado de quién tenemos que pararnos y qué historia construir. Lejos de ser llama que devora, ser bombero que resiste, que defiende y que pone el cuerpo. ¿Dónde? ¿Cómo? Eso es algo que cada uno desde su lugar debe preguntarse. Y cuando nos invada la tristeza y la desesperanza, dejarnos enseñar por esos hombres y mujeres que llevan días al frente jugándosela de lleno.
                                                     

 Agustina Sánchez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Sumario

    Editorial                     Séptima entrega   Herramienta para superar conflictos con los vecinos                    Mónica Corn...