...sobre una pintura de San Juan Bautista
Al pintar el “San Juan Bautista”, tabla de nogal de
sesenta y nueve centímetros de alto por cincuenta y siete centímetros de ancho,
Leonardo cubre su hombro izquierdo con piel de pantera y reduce a su más mínima
expresión los adornos y accesorios, de modo que se lo pueda amar tal cual es.
Recordemos que en
un principio, el personaje de la obra está desprovisto de toda prenda.
Al tratarse de un
personaje bíblico, el pudor de la época le recomienda vestirlo.
A lo contrario
como se lo dibuja y pinta en obras anteriores, este “San Juan” se lo ama con
tan sólo observarlo, sin necesidad de leer nada especial.
La vida terrenal
del Santo, viviendo en soledad en una ermita en el desierto, a orillas del
Jordán, nos suele mostrar a un Santo delgado y salvaje, en anteriores
representaciones medievales.
Lo muestran los
poderes expresivos de los gestos, como el índice levantado en señal hacia el
cielo que nos está indicando un objeto exterior al cuadro.
Las sonrisas en
los trabajos de Leonardo, aparecen después de la muerte de Piero, su padre
biológico.
Excepto, la de
“Santa Ana” en su cartón preparatorio.
Similitud de los
labios de Ana con los de Juan en “La Última Cena”.
La mano derecha de
Jesús del mismo mural, en forma de garra, nos recuerda a la mano derecha de la
Virgen, en “La Virgen de las Rocas”.
Sonrisas que se
pueden observar más acentuadas en “La Mona Lisa”, en la “Leda” y en el “Baco”.
Miles de letras se
han empleado para escribir sobre las sonrisas de las pinturas de Leonardo,
mientras más avanza en sus obras, más se acentúan y alcanzan el esplendor de
esas sonrisas de todos esos rostros seductores.
Dice uno de los
espectadores de “San Juan”:
“Ese trabajo de
Leonardo me atrae, me interpela, me absorbe.
Voy hacia ella a
mi pesar, al igual que el pájaro va hacia la serpiente.”
Leonardo siempre
sostiene en su tratado que el objetivo de la pintura es conmocionar al
espectador.
No es asombroso
cuando se pueden observar distintos sucesos en trabajos del Vinciano que han
sufrido atentados y actos vandálicos.
Fueron atacados
con piedras, cuchillos, pinturas, es por ello que deben instalar protecciones
especiales.
En Londres
disparan con un revólver a “Santa Ana, la Virgen y el Niño Jesús”.
La misma Lisa fue
atacada por una persona de origen boliviano con marcadas alteraciones mentales,
lanzándole una piedra, provocando una fractura en el codo derecho.
Años después, en
Tokio, una mujer intenta arrojarle pintura de color rojo a su rostro, en
protesta porque las autoridades no dejan entrar a la muestra a personas con
discapacidad.
En el año 2009,
una mujer de origen Ruso, ante una protesta por la denegación de la ciudadanía
francesa, arroja una taza de cerámica contra la protección de cristal,
haciéndose añicos la taza, pero afortunadamente Lisa no sufre ningún daño.
Un enajenado
guardia del Museo, le declara su amor a Lisa, enfermo de celos le habla
permanentemente hasta pretender llevársela para que los turistas no la miren.
Manifiesta que
Lisa le sonríe solo a él.
Días después, al
no recibir respuesta de la mujer, se suicida de un disparo en la cabeza,
delante de ella.
Sin olvidar el
robo que sufre la tabla de parte del Lombardo Vincenzo Peruggia, en el año
1911.
Leonardo con el
“San Juan”, última obra de su creación, nos manifiesta los límites del ser
humano, señalando con el dedo índice hacia arriba, hacia el Creador de todo,
desde donde proviene la salvación del hombre por medio del bautismo.
Con este delicado
y suave trabajo del Vinciano, donde aplica su clásico sfumato, San Juan expresa
una sonrisa que nos hace olvidar de aquel mártir del desierto que nos muestran
las anteriores obras.
Recopilación de
datos y Redacción

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