27 agosto 2020

Una reflexión...


...sobre una pintura de San Juan Bautista





Al pintar el “San Juan Bautista”, tabla de nogal de sesenta y nueve centímetros de alto por cincuenta y siete centímetros de ancho, Leonardo cubre su hombro izquierdo con piel de pantera y reduce a su más mínima expresión los adornos y accesorios, de modo que se lo pueda amar tal cual es.
Recordemos que en un principio, el personaje de la obra está desprovisto de toda prenda.
Al tratarse de un personaje bíblico, el pudor de la época le recomienda vestirlo.
A lo contrario como se lo dibuja y pinta en obras anteriores, este “San Juan” se lo ama con tan sólo observarlo, sin necesidad de leer nada especial.
La vida terrenal del Santo, viviendo en soledad en una ermita en el desierto, a orillas del Jordán, nos suele mostrar a un Santo delgado y salvaje, en anteriores representaciones medievales.
Lo muestran los poderes expresivos de los gestos, como el índice levantado en señal hacia el cielo que nos está indicando un objeto exterior al cuadro.
Las sonrisas en los trabajos de Leonardo, aparecen después de la muerte de Piero, su padre biológico.
Excepto, la de “Santa Ana” en su cartón preparatorio.
Similitud de los labios de Ana con los de Juan en “La Última Cena”.
La mano derecha de Jesús del mismo mural, en forma de garra, nos recuerda a la mano derecha de la Virgen, en “La Virgen de las Rocas”.
Sonrisas que se pueden observar más acentuadas en “La Mona Lisa”, en la “Leda” y en el “Baco”.
Miles de letras se han empleado para escribir sobre las sonrisas de las pinturas de Leonardo, mientras más avanza en sus obras, más se acentúan y alcanzan el esplendor de esas sonrisas de todos esos rostros seductores.
Dice uno de los espectadores de “San Juan”:
“Ese trabajo de Leonardo me atrae, me interpela, me absorbe.
Voy hacia ella a mi pesar, al igual que el pájaro va hacia la serpiente.”
Leonardo siempre sostiene en su tratado que el objetivo de la pintura es conmocionar al espectador.
No es asombroso cuando se pueden observar distintos sucesos en trabajos del Vinciano que han sufrido atentados y actos vandálicos.
Fueron atacados con piedras, cuchillos, pinturas, es por ello que deben instalar protecciones especiales.
En Londres disparan con un revólver a “Santa Ana, la Virgen y el Niño Jesús”.
La misma Lisa fue atacada por una persona de origen boliviano con marcadas alteraciones mentales, lanzándole una piedra, provocando una fractura en el codo derecho.
Años después, en Tokio, una mujer intenta arrojarle pintura de color rojo a su rostro, en protesta porque las autoridades no dejan entrar a la muestra a personas con discapacidad.
En el año 2009, una mujer de origen Ruso, ante una protesta por la denegación de la ciudadanía francesa, arroja una taza de cerámica contra la protección de cristal, haciéndose añicos la taza, pero afortunadamente Lisa no sufre ningún daño.
Un enajenado guardia del Museo, le declara su amor a Lisa, enfermo de celos le habla permanentemente hasta pretender llevársela para que los turistas no la miren.
Manifiesta que Lisa le sonríe solo a él.
Días después, al no recibir respuesta de la mujer, se suicida de un disparo en la cabeza, delante de ella.
Sin olvidar el robo que sufre la tabla de parte del Lombardo Vincenzo Peruggia, en el año 1911.
Leonardo con el “San Juan”, última obra de su creación, nos manifiesta los límites del ser humano, señalando con el dedo índice hacia arriba, hacia el Creador de todo, desde donde proviene la salvación del hombre por medio del bautismo.
Con este delicado y suave trabajo del Vinciano, donde aplica su clásico sfumato, San Juan expresa una sonrisa que nos hace olvidar de aquel mártir del desierto que nos muestran las anteriores obras.

Recopilación de datos y Redacción

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