Padre Carlos Schickendantz
Introducción
En los días 14, 15 y 16 de septiembre del año 2016, he tenido la oportunidad de escuchar al Padre Carlos Schickendantz en un seminario realizado en Colegio Pío XII - Cosquín - sobre el documento del Papa Francisco llamado “Amoris Laetitia”, que significa. “La Alegría del Amor”.
En esta oportunidad estamos entregando la segunda parte de 9, que componen el total del material.
En esta oportunidad estamos entregando la segunda parte de 9, que componen el total del material.
Un tercer punto: Pluralismo
Sobre el
discernimiento, el texto dice que subsisten diversas maneras de interpretar. Y
el magisterio no puede ni debe resolver todos los asuntos. Lo importante es que lo sepa y lo diga. Por eso reconoce que existen múltiples
maneras de interpretar…
Y en un texto muy
fuerte, en el discurso de clausura del Sínodo, con una gran nitidez en sus
afirmaciones, más allá de las cuestiones dogmáticas, claramente definidas por
el Magisterio, hemos visto también que lo que parece normal para un obispo de
un continente, puede resultar extraño, casi escandaloso, para el obispo de otro
continente.
Lo que se considera
violación de un derecho en una sociedad, puede ser un precepto obvio e
intangible en otra. Lo que para unos es libertad de consciencia para otros
puede parecer confusión. Las culturas son muy diferentes.
Pluralismo, pluralismo,
pluralismo…
Es un claro acento en
el documento de ‘Amoris Laetitia’
Con respecto a
documentos anteriores, notarán la diferencia cualitativa…
Cuarto punto: El valor del
consenso
Es importante este
punto para el discernimiento: el valor del consenso.
El texto del Papa lo
dice en más de una oportunidad. A cerca del modo de tratar diversas situaciones
irregulares, los padres sinodales alcanzaron consenso general que sostengo.
En la historia de la
Iglesia, el tema del consenso siempre ha sido un factor muy importante. Por eso en las votaciones de los Concilios y
también de los Sínodos, se exige un 2/3 para aprobar una enseñanza. El mismo
porcentaje de aceptación que requiere la elección del Obispo de Roma (el
Papa). Si el Papa no sale con el 77% de
los votos, no sale… Hay un sentido
teológico. No se trata de buscar,
simplemente, una mayoría, sino que se trata que los creyentes expresen mediante
su voto, su propio testimonio… Discernimiento…
Cuando se trata de la
elección del Obispo de Roma, el discernimiento es éste: Estoy delante de Dios,
conozco el tiempo, los desafíos que tiene la Iglesia hoy, estas son las
personas… ¿Quién es la persona que Dios quiere?
Hay que elegir al
elegido…
¿A quién eligió
Dios?... que yo tengo que elegir.
Entonces, mi voto, es un
testimonio de Fe en el discernimiento.
Eso es votar, en la Iglesia…
Pero, si esto sigue
madurando, bajo este mismo concepto, no sólo votarán los cardenales y obispos,
sino que habrá mayor participación popular.
En el consenso, la
Iglesia desde siempre, en los testimonios de la Escritura del Nuevo Testamento,
encuentra un signo del Espíritu Santo.
Lo cual no implica que alguien separándose del consenso general, pueda
colocarse como signo de contradicción y signo del Espíritu Santo. Pero ahora estamos hablando de procesos
eclesiales…
En el Concilio, el
texto que no tenía los 2/3, era rechazado.
Quinto punto: La Palabra de Dios en las palabras humanas.
Otro punto importante que
les pongo para el discernimiento es que, además de lo que hace el capítulo 1
que es mirar la realidad a la luz de la Palabra, hay otra fuente desde donde se
mira la realidad.
Observen el
razonamiento del Papa en el Nº 31.
Aunque no constituye una novedad, es importante observarlo. “El bien de
las familias es decisivo para el futuro del mundo. Son importantes los análisis que se han hecho
sobre el matrimonio y la familia sobre sus dificultades y desafíos actuales. Es
sano prestar atención a la realidad concreta, porque ‘las exigencias y llamados
del Espíritu Santo, resuenan también en los acontecimientos mismos de la
historia’ a través de los cuales ‘la Iglesia puede ser guiada a una comprensión
más profunda del inagotable misterio del matrimonio y de la familia.”
Aquí, el Papa hace una
cita de la Familiaris Consortio Nº 4, pero la corta, pero el texto original
cita a Gaudium Spes Nº 4: “Las exigencias y llamadas del Espíritu resuenan
también en los acontecimientos mismos de la historia y por lo tanto la Iglesia
puede ser guiada a una comprensión más profunda del misterio inagotable del
matrimonio y la familia, incluso por las situaciones, interrogantes, ansias, y
esperanzas de los jóvenes, de los esposos y de los padres de hoy”.
Hay una doble luz. No sólo la luz de la Palabra que toma forma
en la propia tradición eclesial. Ante
todo la Escritura y toda la Tradición de la Iglesia. Pero, también la realidad, los
acontecimientos mismos de la historia, las situaciones… pueden guiar a la Iglesia.
La Palabra de Dios no sólo habla a través de la propia tradición. Sino, también
de la tradición de los otros: los jóvenes (cristianos o no), los esposos, los
padres. Para entender… Para iluminar un asunto… No basta recurrir a la propia
tradición. Aunque eso es lo primero que hay que hacer. Sino que también hay que
exponerse a la tradición de los otros. Y no sólo por razones sociológicas,
antropológicas. Todas muy correctas y
necesarias. Imprescindibles. Sino porque a través de los otros, Dios guía a su
Iglesia.
Esta fue la forma de
proceder del Vaticano II que los padres conciliares hicieron sin haberlo
reflexionado. Pusieron en funcionamiento un método, una forma de proceder para
abordar los más diversos asuntos. Que tiene esta doble fuente: Recurrir a la
propia tradición de la Iglesia, comenzando por las Escrituras, el testimonio
escrito de la Palabra. Pero la Palabra
no sólo nos llega a través de la Biblia. Llega por múltiples instrumentos: Por
el magisterio, por el sentido de fe de los fieles, por la experiencia
litúrgica, por el testimonio de los santos, por las enseñanzas de los
Concilios, por el consenso de los teólogos, por la enseñanza de los Padres de
la Iglesia. Todos son canales de donde
proviene una lucidez. El que debe
afrontar a un problema, debe acudirlos.
Son los llamados, en la historia de la Teología, ‘lugares teológicos’.
Cuando quiero
argumentar, debo ir a esos lugares a buscar argumentos: Para matrimonio,
familia, juventud, política, Trinidad, Eucaristía, Palabra, ética… Y lo que
quieran de la vida de la fe. La propia tradición… Pero, desde el Vaticano II,
Gaudium Spes Nº4, se considera también el discernimiento del signo de los
tiempos. Son textos claves del Concilio
que hacen que, cuando uno quiera discernir, deba conocer la realidad. Textualmente: “Para cumplir con esta misión,
es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de los tiempos e
interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada
generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la
humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la
mutua relación de ambas. Es necesario por ello conocer y comprender el mundo en
que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático que con
frecuencia le caracteriza.
Por eso el texto del
Papa, situándose en esta tradición, escribe un capítulo sobre la
situación. Es necesario conocer y
comprender el mundo en que vivimos. Por eso el pensamiento de la fe, como de la
teología, debe saber usar de todas las ciencias que tiene a mano para entender
la realidad… Para comprender la realidad… Psicología, sociología, ciencias
políticas… Todas las formas que ayuden a entender la realidad, las personas,
los problemas.
Y, para discernir allí,
no sólo el conocimiento de la realidad, porque tenga que aplicarle una doctrina
que ya tengo construida desde mi propia tradición… De una forma deductiva (de
arriba hacia abajo). La enseñanza sobre
el matrimonio y la familia que tenemos desde siempre, la aplicamos al hoy… Una
doctrina intemporal que aplicamos al hoy. ¡No!...
En el hoy… En las
preguntas, las aspiraciones, en los interrogantes de la humanidad, hay una luz…
que no sólo viene de la humanidad misma, sino de Dios. Dios habla a través de
los acontecimientos.
Dios guía a la Iglesia
a través de los acontecimientos históricos.
Por tanto hay que entender la historia, para entender a Dios. ¿Cómo es
Dios? ¿Quién es Dios? ¿Quién NO es Dios? ¿Qué desea Dios de mí?
En el fondo eso es lo
que hace siempre una persona cuando hace un discernimiento sobre sí mimo, sobre
su propia vocación. ¿Qué quiere Dios de
mí? Y se pone a la escucha de la voz de Dios que le llega por signos: el
testimonio de una persona, un sentimiento que brota de una experiencia, el
llamado de los pobres y tantas otras formas.
Signos pobres en los cuales descubrimos un plus… Algo más… Ese algo más
que interpretamos nos lleva a descubrir que no se trata de, sólo, un
sentimiento mío, sino que se trata de un llamado de Dios.
Cuando uno afronta una
problemática y quiere hacer un discernimiento sobre los más variados asuntos
sobre el matrimonio y la familia, debe poner en funcionamiento este modo de
proceder. Preguntarle a la propia
tradición y a los distintos canales por donde me llega la Palabra y acercarse
con espíritu científico, porque tiene que conocer la realidad, pero con
espíritu religioso, a un lugar, donde Dios, también habla: las experiencias
humanas.
Cuando un hombre o una
mujer, toma la palabra, pueden hablar Palabra de Dios… Eso es la Biblia…
Ustedes terminan de leer un texto del siglo I, o del siglo II a.C. Un texto con género literario, con un autor
determinado… y cuando terminan de leer dicen: ‘Es Palabra de Dios’ ¡Guauuu!
¡Qué salto dan! Es una palabra humana, escrita en el siglo primero y dicen
‘Palabra de Dios’… Ese mecanismo… ese discernimiento… debe funcionar con la
realidad.
¿Cuál es la diferencia
entre la Biblia y la realidad?, es que en la realidad no está garantizada la
interpretación. Que la Biblia que tiene
Palabra de Dios está garantizada como tal.
Por eso, toda experiencia humana debe medirse a la luz de la Palabra de
Dios.
Los acontecimientos
pueden guiar a la Iglesia, a través de ellos, Dios dice: “Por aquí quiero que
vayan. No, por allá” Por eso hay que interpretar la historia,
porque por ahí pasa Dios.
Por eso, la consulta,
no tiene nada que ver con sólo sociología.
Aunque sea muy importante una encuesta sociológica. Por ejemplo: ‘el 30%
piensa que ésta doctrina hay que abandonarla’.
Lo que se busca es tratar de entender la realidad. Es discernir si en esa aspiración, en ese
deseo, en esa opinión, no es la Palabra de Dios que vincula a la Iglesia. Porque cuando en una experiencia histórica yo
digo: ‘Aquí habla Dios’, eso pasa a ser parte de mi credo… Del mío, no de quien
está a mi lado. Si soy yo el que hizo el
discernimiento.
En la aparición de la
Virgen de Lourdes, cuando Bernardita hace el discernimiento y dice: ‘Aquí está
María’. Esa experiencia hace parte de su credo.
Es parte de su fe. Santo Tomás de Aquino habla de ello… Son las
revelaciones privadas.
Si usted dice: ‘Aquí
está Dios’, o ‘Dios me pide esto’, eso
forma parte de su credo, y es a partir de una experiencia histórica.
Por eso la Iglesia debe
tener una gran sensibilidad respecto a su propia tradición para resolver los
asuntos sobre el matrimonio y la familia.
Pero debe tener una sensibilidad exquisita para entender el mundo en que
vive. Porque es por allí por donde Dios
nos llama diciendo: ‘es por acá’. Por eso hay que acercarse a la realidad con
espíritu religioso. Análogo al que uno se acerca a la Biblia. Hay que descubrir en las múltiples voces de
nuestro tiempo, la Voz de Dios.
Angelelli decía una
doble escucha: al Evangelio y al pueblo.
En realidad es una única escucha: en las palabras humanas, la Palabra de
Dios. Eso mismo vale para la Biblia y
para la realidad.
Por eso no se trata de
acomodar una doctrina pre elaborada para una nueva situación. Porque esa misma doctrina está en desarrollo…
está en evolución… Tiene novedades. De
hecho, ‘Amoris Laetitia’ certifica varias novedades.
No es que ahora
repetimos la doctrina de antes pero con más sonrisas, con sentido
pastoral. No es que hay una doctrina
elaborada que hay que aplicar pastoralmente. Sino que es la misma doctrina la
que está pastoralizada. Porque hoy,
tenemos más conciencia que antes, sobre los signos de los tiempos donde es
posible escuchar la voz de Dios.
La reflexión sobre la
atención a la historia tiene una cierta novedad en la teología católica. Se remonta al Concilio Vaticano II a la
constitución Gaudium Spes. Esa forma de
pensar tuvo una repercusión muy grande en América Latina, menos en Europa. Esa forma de pensar la fe... de hacer
teología, atenta a los signos de los tiempos.
Y, Francisco de alguna manera, inadvertidamente, porque no lo hace de
una manera teológicamente refleja, lleva consigo esta forma de proceder. Y, por eso si ustedes comparan el texto de
‘Amoris Laetitia’, con textos anteriores de Benedicto XVI o de Juan Pablo II,
observarán que éste tiene una mayor aproximación a la realidad. Que en los textos anteriores se sigue esta
forma de apoyarse en la propia tradición y la aplica o traduce a un nuevo
contexto, o situación. En cambio ahora
hay una modalidad que da mayor peso teológico, no sólo sociológico, a las
experiencias históricas. Por eso presta
más atención a las personas, a los procesos.
No a la enseñanza de la ‘verdad’ que siempre está incluida, sino a cómo
eso se verifica en los procesos.
Es muy fácil detectar
esto, en éste documento, por lo que se hace de una lectura sencilla y amena.

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