23 septiembre 2020

¿Dónde empieza lo sagrado y dónde termina lo profano?


Por Franco de Vitta
Recuerdo que, en mi época de Seminario, tenía una espina clavada... Mi papá y su casi nula participación en la vida sacramental de la Iglesia...
Aunque si... Iba para la Misa de la Vigilia Pascual y después criticaba que siempre eran las mismas lecturas y que el Padre decía las mismas cosas... Mi mamá le respondía 'y claro... es a la única Misa que vas'.
Yo esperaba verlo algún día en el confesionario,  o comulgando...
Pero no fue así... Después que falleció me enteré que en sus viajes a Tucumán se hacía uno con changarines que lo ayudaban a descargar el camión,  que iba con ellos a las villas donde vivían a comer con sus familias dejándoles suculentas propinas... Que cuando un muchacho se le acercó para prometer el pago de una deuda que había contraído su padre recientemente fallecido, mi papá le dijo: ’Quedate tranquilo,  con tu papá, también murió su deuda'.
Él siempre me dijo creer en Alguien Superior... y no fue religioso como yo lo esperaba, sino a su manera...
Con el tiempo aprendí que el Alma de toda religión pasa por un amor que te toca y te saca de vos mismo... El amor te descentra y hace que uno trascienda saliendo de sí...
Conozco personas que haciendo prácticas religiosas no saben salir de sí mismas... Y procuran a Dios para utilizarlo únicamente en beneficio personal... Van a Misa y 'se portan bien' para obtener bienes personales... 
Otros que dividen el mundo en lo sagrado y lo profano... Y en su vida de piedad, se arrodillan en el Templo... y en su vida cotidiana,  explotan a sus empleados,  o no honran su palabra...
La gran mayor parte de la gente que se cambia de religión,  ha sido porque se sienten más a gusto, más tenidos en cuenta o más importantes... No ha sido por una búsqueda de Dios o la verdad... sino por buscarse a sí mismos...
Más de una vez escuché: '¡Cómo puede ser que hayan robado en el Templo!'... ¿Qué? ¿Robar fuera de él es menos grave?
Jesús nos mostró la sacralidad del mundo... Todo lo creado es bueno y bendecido por el Señor y, en las parábolas,  las cosas más sencillas: una moneda, una oveja, una semilla... sirven para representar el Reino de Dios...
Cuando los discípulos le preguntaron a Jesús dónde vivía... Como preguntando a dónde nos llevas... Él no los encerró en un monasterio sino que los sacó al mundo... En su oración sacerdotal pide al Padre: 'No que los saque del mundo' sino para que los preserve de él... De manera que esa trascendencia que descentra desde el amor, no sólo los saque de su ego, sino que los saque de un inmanentismo que encierra la vida a sólo aquello que se ve...
Cuando Jesús resucitado vuelve al Padre da la instrucción a sus discípulos diciendo: vayan y anuncien el Reino a toda la creación. Lo que no  significa 'Vayan y afilien para nuestro partido', porque si hay alguien que no cierra puertas para hablar de 'nosotros' y 'ellos', ese es Jesús... Quien se dirigió a la mujer y los niños,  que alabó al samaritano por su caridad y al romano por su fe... Que no salió a buscar gente para llenar templos sino que habló de un Reino presente en medio del pueblo... 
En más de una oportunidad escuché decir… ‘Creo en Dios, pero no creo en los curas’… Es curioso porque en el Credo no se dice en ningún lugar creo en los curas… Sí se dice ‘Creo en la Iglesia’… Ahora si pensamos en la Iglesia como Iglesia católica, como el grupo de fieles practicantes dentro de sus fronteras visibles, de la cual se cantó: ‘sin la cual no hay salvación’… 
Prefiero pensar en la Iglesia como la concebía San Agustín: con enemigos en su seno y aliados fuera de sus límites visibles...
Recuerdo que cuando San Juan Pablo II se encontró con Mijaíl Gorbachov,  éste le dijo que debía confesar haber sido un mal ateo... Hay religión, incluso en el comunismo...
En esta época de pandemia se suele hablar del  'síndrome de la cabaña', de lo que es el encierro, el miedo a salir y de algunas locuras colaterales...
El hombre está llamado a ser social y para ello debe salir de su centro... Digamos que la trascendencia es natural al hombre... Ir más allá de uno, más allá del nosotros,  más allá, incluso, de lo visible... El hombre naturalmente es religioso y si se encierra en el ego sufre las locuras consecuentes del síndrome de la cabaña...
Me gusta imaginar un pequeño cambio en el libro del Génesis. Cuando Dios crea a Adán, en el mismo acto, se queda con una costilla suya… Ya nace experimentando la falta del otro (o la otra)
Recuerdo que mientras me daba vueltas la idea de entrar al seminario, solía escuchar por las noches, un tema de la ELO que me transportaba. Miraba al cielo desde mi ventana y con la música de fondo, rezaba… Después escuché decir que si a ese tema lo escuchás desde el final hacia el comienzo, tenía mensajes satánicos… ¿Cómo puede ser, si a mí me hablaba de Dios?
Para el hombre religioso, no existe un espacio de vida que sea profano, todo su entorno se vuelve sagrado...
De Albert Einsten, de quien algunos dijeron que era ateo, se escuchó: “Hay dos formas de ver la vida: una creer que no existen milagros, la otra es creer que todo es un milagro”

                                                                                                                                                  

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