Mis preguntas y mis respuestas
Fuente:
El Digital Neuquén
Lucrecia Casemajor
En
este último tiempo de cuarentenas pasadas y a sabiendas de las aún por pasar,
muchas personas –periodistas, políticos, psicólogos, filósofos, sacerdotes y
otras personas comunes, sin títulos, hombres y mujeres de la calle− han
comenzado a decir que esta pandemia está sacando lo mejor y lo peor de cada
quien. Nos vemos con lupa las debilidades y fortalezas, las luces y las
sombras, el claro y el oscuro que se manifiesta en situaciones límites. La
historia de la humanidad demuestra que esto siempre fue así. Pero esta vez es
distinto. Porque es la primera vez que el ser humano enfrenta una situación que
lo equipara a cualquier otro ser de cualquier lugar del mundo. Esta vez es
distinto y hay que hacerse cargo. Hombres y mujeres al borde de sus límites,
con la impotencia a flor de piel, con las fronteras desdibujadas por la
enfermedad, la pobreza, el miedo, el cansancio, la angustia. Enfrentar el
desafío y la oportunidad que presenta este momento, es tarea de todos, no sólo
de algunos o de muchos. La descripción puede variar sólo si podemos volver a
preguntarnos en lo más profundo de nuestro ser por aquellas cosas que son las
importantes, las determinantes para una nueva humanidad que hoy se globaliza en
la desgracia, pero que puede hermanarse en la solidaridad, en la empatía, en el
reconocimiento del otro, en el amor humano que se despierta como un gigante
ante la pobreza toda de la que nadie se salva, incluyendo a los más poderosos
del planeta. Pasa que buscamos respuestas fuera de nosotros mismos. Vamos preguntando
al mundo por nuestra desgracia y seguimos interpelando a otros para decidir
aquello de lo que somos capaces. Pero somos nosotros –cada mujer y cada hombre−
los que tenemos las respuestas que caminan en nuestro interior y arden por
salir. Nos hacemos preguntas para buscar la verdad. Una buena pregunta dará luz
a lugares que jamás hemos visto y nos habilita para encontrar respuestas que
nunca pensamos que existieran. Muchas veces las buscamos en los lugares
conocidos, cuando las respuestas en realidad descansan en los sitios que aún no
podemos ver Y tenemos que tener en cuenta el tiempo que lleva hacernos una
pregunta. Si se hace demasiado pronto, quizá no vayamos por el camino correcto;
si se hace demasiado tarde, quizá hayamos pasado el momento idóneo. Dejar que
mi interior despliegue su sabiduría depositada desde hace miles de años en el
libro de su mismo nombre. Allí donde dice que “es luminosa y nunca pierde su
brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los
que la buscan”. Porque hay también quienes manifiestan que es un momento para
esa interioridad que habíamos perdido en medio de tanto ruido, de la fuerza del
consumo y enredándonos en las redes para sentir que no estamos solos. Quizá el
trabajo consista en animarnos a sacar a la luz a título personal aquellas
preguntas que tenemos guardadas y que el ser humano se hizo desde que el mundo
es mundo. Esas que nos permitan obtener y vivir nuestras propias respuestas.
Nadie puede arrogarse el derecho a preguntarme desde afuera para obtener mis
respuestas como escrutador curioso y chismoso y distraerse de sus propias
preguntas para consigo mismo. Porque nadie puede ejercer poder sobre mis
preguntas, como nadie puede ejercer poder sobre mis respuestas. Cuando nos
damos la oportunidad del silencio y la contemplación −de la naturaleza, por
ejemplo− tenemos la posibilidad de reflexionar y seleccionar nuestras
experiencias y recursos de manera diferente. Y contemplarme −en mi propia
historia, en el devenir de mis decisiones, en lo que significa este momento a
nivel personal, familiar, laboral y social− puede permitirme ver mis errores,
mis avances y retrocesos, la manera de ejercer mi vida a diario con los demás,
mis maltratos y ninguneos, mis indecisiones, en definitiva, mis faltas de amor.
Y también puedo permitirme ver que hay un mundo aún inhabitado que me está
esperando. Reconocernos afectados y vulnerables es el paso inicial para aceptar
una realidad que nos convoca a más y nos invita a ir más allá. Preguntarme en
este tiempo será la base y la raíz, la fuente de nuevas respuestas para un
camino distinto.

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