
Ezequiel Ander Egg
Por Eduardo Gobbi
“Me
preguntaron una vez: hay vida después de la vida?
Yo contesté: no tenemos
verificación empírica pero para mí toda la
existencia sería un absurdo si no la
hubiera.
Pero no tengo verificación empírica, lo que tengo es certeza
que hay
vida antes de la muerte y a esa vida tengo que
aprender a llenarla en
plenitud”.
“Cuando
tenía 18 años tenía un profesor que me odiaba porque
yo nunca contestaba
terminantemente, siempre buscaba dar
a entender que no tenía certeza. Un día me
dijo que yo estaba equivocado,
que en matemáticas 2 y 2 son 4. Depende, le
dije, porque si usted
pone un 2 arriba del otro ó un 2 al lado de otro el
resultado será
dependiente del signo que le ponga. Luego me hizo una pregunta
complejísima en el campo de la gramática que contesté mostrando
que no había
certeza. Entonces cuando ya no sabía qué hacer
conmigo me dijo: en el dogma no
hay “depende”, los mandamientos
de la Ley de Dios son 10. Depende, le dije: son 10 para los hombres
y 9
para las mujeres, porque uno de los
mandamientos dice
No desearás la mujer de tu prójimo, es solo para los
hombres”.
Ezequiel
Ander Egg es un destacado científico social, pedagogo, sociólogo, filósofo,
ensayista y epistemólogo argentino, nacido el 6 de Abril de 1930 en Bernardo
Larroude (La Pampa). A sus 90 años aún sigue siendo un gran luchador. A lo
largo de su vida ha tomado gran protagonismo en la investigación y creación de
técnicas de desarrollo social, que han sido vitales para el desarrollo de la
profesión del Trabajo Social, en su fundamentación técnica y práctica.
Ezequiel
Ander Egg realizó estudios de Sociología, Planificación económica y social y
Pedagogía. Alcanzó el grado de Doctor en
Ciencias Políticas y Económicas. Estudió
en Argentina, España, Francia y Bélgica.
Ha
sido consultor de las Naciones Unidas y la OEA en planificación nacional y
local y de la UNESCO en política
cultural y animación sociocultural; ha publicado artículos sobre Trabajo
Social, realizando aportes teóricos y de praxis de esa ciencia. Ha sido
profesor en 186 Universidades y ha sido Director Académico de 88 cursos
internacionales.
Su
producto intelectual más paradigmático es Metodología del desarrollo de la
comunidad, agregando teoría al maestro presbístero Louis-Joseph Lebret (inspirador de la
Populorum Progressio) y de la Escuela de Economía Humanista.
Es
mérito suyo la extensión de temas como Trabajo Social Ecología, Sociología,
Animación Sociocultural, Pedagogía, Investigación Social.
Ha
asumido importantes cargos a lo largo de su vida debido a la gran participación
e investigación Social, siendo dentro de estos los más destacados; el de
Director de Desarrollo de la Comunidad en el Consejo Federal de Inversiones,
Asesor
de la Secretaría de Cultura de la Nación,
Consultor
de las Naciones Unidas en planificación nacional y local, de la UNICEF en
Política Social, de la UNESCO para América Latina en el campo de la Política
Cultural, etc.
Ezequiel
Ander Egg se define también como ecologista, feminista y militante permanente
por los derechos de la niñez en casi todo el planeta. Con más de 170 títulos
publicados y tres millones de ejemplares vendidos, fue uno de los sobrevivientes de la Triple A
y de la alianza entre patotas sindicales de derecha, policía provincial y
ejército en Córdoba y Mendoza. Ander-Egg contó por primera vez su dolorosa
experiencia el 30 de agosto de 2006 con motivo de un encuentro nacional de
Agricultores Federados Argentinos que se realizó en Tanti, en el hermoso
paisaje cordobés. «Mi exilio es una
tragedia, porque fui fusilado... Y cuando vino la democracia me tuve que
autoexiliar porque la revista más popular de la Argentina, Humor, publicó un
artículo que decía: «Ander Egg, una de las dos personas que sobrevivieron a un
pelotón de fusilamiento de la Triple A». Y estos tipos eran unos criminales y
yo un idiota que ni sabía pelear. La tragedia es que yo sé quién me mandó a
fusilar, vivía aquí en Córdoba, un loco, el general Menéndez: »Yo me vi metido
entre dos fuegos, porque yo soy pacifista, progresista... y sabía que los
jóvenes eran tremendamente generosos. Por eso ayer me puse a llorar cuando pasé
por Carlos Paz, por el lago San Roque, porque sé de algunas personas que
conocía que fueron tiradas ahí. Jóvenes generosos que se metieron en una
estrategia suicida... Ellos decían: «Nosotros somos la vanguardia esclarecida
del peronismo». Pero, cómo vas a hacer una guerra sin aviación... y murieron
30.000 jóvenes. Y al mismo tiempo me acusaban de ser ideólogo de la guerrilla. Fue
una cosa horrorosa, me quedé entre dos fuegos... El problema fue que quedé
herido, estuve 31 días tirado sin auxilio, tendría que haber muerto, una
campesina me llevaba un poco de comida, yo no quería que supiese mi nombre y lo
único que quería era vivir embarrado para que no avanzara la gangrena. No sabía
lo que tenía roto y fue trágico cuando pude salir... En Venezuela me dijeron
que era muy grave, que nunca más en la vida iba a caminar. Pero la tragedia es
mucho más grande, porque yo sabía que me querían matar, pero cómo iba a
abandonar a los jóvenes que estaban en una locura. Mi fidelidad a los jóvenes,
fue una fidelidad hasta la muerte. Entonces saqué todo el dinero para sacar a
mi familia al exilio. Pero ese día, cuando escaparon, no me encontraron,
entonces encañonaron a mi familia y se llevaron todo el dinero. La que era mi
esposa los denunció y a los tres días dinamitaron la casa, con ella y un hijo
mío. Fue una tragedia tras otra. Al día siguiente de mi fusilamiento quisieron
secuestrar a un hijo mío para canjearme conmigo, pero él cambió el itinerario y
se salvó. Nunca más volvió a la Argentina. »Yo sé por qué he comprometido mi
vida al servicio de los pobres, los marginados, de los desgraciados, por qué
todavía ahora, con 76 años sigo luchando para cambiar un poquito el mundo, lo
sé, pero entonces no lo sabía. Tampoco sabía por qué mis hijos tenían que
sufrir. Porque en el momento que viene el pelotón de los nueve tipos, con
ametralladoras y todo, estaban tres hijos, uno de 14, otro de 11, otro pequeño.
El de 14 pudo darse cuenta (él nunca más volvió a la Argentina), el más pequeño
no se dio cuenta de nada, pero yo tenía un hijo en una edad trágica (que
después esa experiencia me ha servido para ayudar a miles de niños en la guerra
que hubo en Sarajevo, que hay ahora en África... Es una edad trágica, porque el
terror metido en un niño aflora y ¿sabés lo que significa para mí que mi hijo,
ese hijo, que presenció eso, se volvió loco por el terror? ¿Sabés lo que es
mirar los ojos grandes y hermosos que él tenía y ver que estaba perdido, por mi
causa? ¿Sabés lo que significa que mi madre, una campesina pobrísima, explotada
en la cosecha de maíz en la provincia de Santa Fe a comienzos del siglo XX, se
volviera paralítica por los fusilamientos, por esos atentados para matarme?
Ella quería que yo abandonara la lucha, pero entonces yo le dije: «Mientras
haya en el mundo un sola mujer campesina explotada yo no dejaré la lucha». Para
mí, todo esto es una carga psicológica y de sufrimiento que será para siempre”.
En
un reportaje realizado por Estanislao Giménez Corte para El Litoral (Mayo
2014), se definía como “gandhiano, libertario, franciscano agnóstico,
socialista y optimista patológico”. Tiene el récord de conclusión de carrera de
grado en menos tiempo (un año y medio). Tiene una capacidad para el diálogo que
rompe las distancias con el periodista que, apenas asomado desde el llano,
puede acceder rápidamente al entendimiento de que se está, efectivamente, ante
una mente brillante. Tiene, además, una capacidad natural para contar episodios
y anécdotas (muchas de ellas casi inverosímiles) de su vida. Tiene vergüenza y
pudor cuando se le consulta por algunas cuestiones (“no quiero parecer un
fanfarrón. Hay muchas cosas que no cuento”).Tiene sobre sus espaldas, también,
críticas a su trabajo y acusaciones diversas bajo el rótulo pretendidamente
peyorativo de “divulgador”. Ander-Egg es un personaje fascinante. Su relato
académico y profesional cabalga sobre su relato de vida, que parece, como él
mismo lo dice, sacado de una novela.
Tiene
una memoria extraordinaria a la que describe como “holística” y un equipo de
trabajo con especialistas en diversas materias con “memorias analíticas, de ese
modo nos complementamos”, explica. Se considera “especialista en nada”. Tiene unas
17 hijas adoptivas y 1 biológica (fallecida). Es, dice, su modo de “ayudar” a
los otros: les paga sus estudios y contribuye a que tengan una vida mejor.
Tiene una rutina de trabajo que lo lleva a leer unos 120 libros por año y a
trabajar unas diez horas diarias (incluidos sábados y domingos). Tiene unos 3
millones de libros vendidos en todo el mundo pero ha optado “por la pobreza y
la austeridad”. Tiene una carrera que apenas se puede entrever y cuya mera
mención ocuparía con generosidad mucho más que los límites de esta nota. Se
manifiesta en contra de la “barbarie de la especialización” y entiende que la
universidad en términos generales trabaja bajo el yugo del “texto sin
contexto”: “Se trabaja con autores pero no con problemas que pueden ser resueltos
o abordados. Ahora quiero dormir un poquito más. Pero antes me despertaba a las
5 de la mañana y escuchaba noticias. Desayunaba y me ponía a trabajar. Pero
nunca trabajo más de tres horas seguidas. Mi primer descanso es mi primer
entrenamiento. Entreno físicamente todos los días durante una hora y
media. He buscado el máximo rendimiento
de la mente. La verdad es que tengo una memoria especial: no necesito leer para
comprender un problema. Puedo hacer aflorar a la memoria inmediata miles de
datos y los retengo. Es algo natural y la entreno. Es muy importante la
oxigenación del cerebro y la circulación de la sangre. Mi rutina tiene que ver
con el experimento científico que hago sobre mi cuerpo para vivir 120 años. Yo
tengo 84 y nunca he ido al médico. Esto surge por una propuesta que se hizo en
un Instituto de Gerontología europeo hace mucho tiempo. Yo tenía 29 y me
ofrecí. Los aspectos clave son: alimentación, sueño y entrenamiento físico.
Luego están los ayunos y el control de la mente sobre el cuerpo. Está explicado
en mi libro “Cómo envejecer sin ser viejo”. Además, hace 26 años que no me
perturbo. Se llama Ataraxia, según Epicuro.
La
salud es eso. No perturbarse.
Hoy,
a sus 90 años Ander Egg sigue siendo un luchador y un militante a favor de las
causas más nobles de la humanidad. Una de sus mayores preocupaciones actuales
es la falta de diálogo a la que ha sido conducida la sociedad contemporánea por
los creadores de opinión pública y los medios dominantes, cumpliendo, a su vez,
el mandato del pequeño grupo de poder que dirige la marcha del mundo.
Asombra
la lucidez con la que ha abordado el análisis del cambio vertiginoso en la
relación tecnología-sociedad. Sus descripciones entrelazando
filosofía-sociología-ciencia-tecnología, son proverbiales y –aunque aluden a
nuestro tiempo- hasta podríamos calificarlas de
atemporales. En 1973 anticipó el advenimiento de la globalización
(aunque no citada con ese nombre específico) y el ahondamiento de la brecha
entre el norte rico y el sur pobre, en todas las aristas: tecnológica,
económica, unidimensionalidad del individuo, educación, salud y hasta ocio.
Porque sostiene que en la era planetaria en que vivimos hay que aprender a
pensar teniendo en cuenta la rápida obsolescencia de los conocimientos. En la
ciencia moderna hay que pensar desde una dinámica de la improvisionalidad, de
la incertidumbre de la complejidad. Ya han desaparecido las certezas que
teníamos hace unos poco años.
Lo
que a mí me obsesiona –dice Ander
Egg- es poder dialogar...aún cuando
tengamos perspectivas diferentes, en posiciones políticas y económicas
diferentes. Todo este sufrimiento físico que tengo, todas estas heridas (en
referencia a su casi invalidez producto del fallido fusilamiento) es
consecuencia de que no se dialoga en el mundo, ni en misiones de paz, ni en
misiones de convivencia.
Es
poco conocida, pero altamente esclarecedora, la anécdota que refiere cuando un
Primer Ministro Turco y Rodríguez Zapatero, ex presidente de España, “me
encargaron que yo dialogara en el mediterráneo, por la paz y la
convivencialidad, con las tres religiones monoteístas -judíos, musulmanes y cristianos- todos con
grandes pecados de violencia y nada se pudo hacer porque vivimos en un mundo de
mucha crispación”. Es que hay una violencia inusitada en el lenguaje, una
descalificación del otro… Yo siempre
digo “el que no milita en mi opción política no es no siquiera mi adversario
–de enemigo ni hablar- es otra persona que tiene otra perspectiva. Por eso yo
defino la democracia como una comunidad de gente discrepante: somos comunes,
nos sentimos hermanos fraternos aunque no haya coincidencia”.
“Pero
tenemos que hacer frente a eso, tenemos que sembrar, a ver si podemos construir
un mundo un poco mas fraternal y mucho más humano… una humanidad donde la
dulzura, la ternura y la poesía también sean el alimento cotidiano.
Aunque
algunos de sus biógrafos afirman que Ezequiel Ander Egg que ha recibido
innumerables premios y reconocimientos en Argentina y el exterior, el único al
que se hace referencia es haber sido nombrado ciudadano ilustre en su ciudad
natal. Injustamente olvidado y marginado por sectores ideológicos, políticos
y pseudo intelectuales- es una de las
mentes más brillantes que ha tenido la Argentina y con el mérito extra de
haberla aplicado a las Humanidades. Unas neuronas a turbina en busca de que el
mundo sea cada vez más a humano que ha sido olvidado deliberadamente por
quienes no tienen sus mismos intereses de promoción humana.
De
sus 170 publicaciones la única que fue best seller en Argentina –requirió mas
de cinco ediciones en cuatro años- fue EL
MUNDO EN QUE VIVIMOS: una descripción de la situación del mundo en 1973.
Actualizando sus datos sería de rabiosa actualidad. Libro de tal complejidad
interdisciplinaria y de tan descomunal cantidad de datos estadísticos que 45
años después nadie se ha aventurado a una publicación de tal magnitud para
documentar la inconmensurable asimetría entre la riqueza y la pobreza como
favorecedor o condicionante de la vida de la gente.
Buenas
y Santas quiere, a partir de ahora y en
notas sucesivas, posibilitar a sus lectores conocer –aunque sea en vuelo
rasante- este libro de Ezequiel Ander Egg agotado y casi imposible de
conseguir. Porque es una contribución mínima pero eficaz en la tarea que todo
ser humano tiene de poner un granito de arena en la construcción de un mundo
mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario