23 septiembre 2020

Neuronas con Turbinas al Servicio del Humanismo


Ezequiel Ander Egg
Ezequiel Ander Egg 
Por  Eduardo Gobbi

                    “Me preguntaron una vez: hay vida después de la vida? 
                     Yo contesté: no tenemos verificación empírica pero para mí toda la 
                     existencia sería un absurdo si no la hubiera. 
                     Pero no tengo verificación empírica, lo que tengo es certeza 
                    que hay vida antes de la muerte y a esa vida tengo que 
                    aprender a llenarla en plenitud”.             
                   “Cuando tenía 18 años tenía un profesor que me odiaba porque 
                    yo nunca contestaba terminantemente, siempre buscaba dar 
                   a entender que no tenía certeza. Un día me dijo que yo estaba equivocado, 
                   que en matemáticas 2 y 2 son 4. Depende, le dije, porque si usted 
                    pone un 2 arriba del otro ó un 2 al lado de otro el resultado será 
                   dependiente del signo que le ponga. Luego me hizo una pregunta 
                   complejísima en el campo de la gramática que contesté mostrando 
                  que no había certeza. Entonces cuando ya no sabía qué hacer 
                  conmigo me dijo: en el dogma no hay “depende”, los mandamientos 
                  de la Ley de Dios son 10.  Depende, le dije: son 10 para los hombres 
                  y 9 para las mujeres, porque uno de los  mandamientos dice 
                  No desearás la mujer de tu prójimo, es solo para los hombres”.
             
Ezequiel Ander Egg es un destacado científico social, pedagogo, sociólogo, filósofo, ensayista y epistemólogo argentino, nacido el 6 de Abril de 1930 en Bernardo Larroude (La Pampa). A sus 90 años aún sigue siendo un gran luchador. A lo largo de su vida ha tomado gran protagonismo en la investigación y creación de técnicas de desarrollo social, que han sido vitales para el desarrollo de la profesión del Trabajo Social, en su fundamentación técnica y práctica.
Ezequiel Ander Egg realizó estudios de Sociología, Planificación económica y social y Pedagogía.  Alcanzó el grado de Doctor en Ciencias Políticas y Económicas. Estudió  en Argentina, España, Francia y Bélgica.
Ha sido consultor de las Naciones Unidas y la OEA en planificación nacional y local y de la UNESCO  en política cultural y animación sociocultural; ha publicado artículos sobre Trabajo Social, realizando aportes teóricos y de praxis de esa ciencia. Ha sido profesor en 186 Universidades y ha sido Director Académico de 88 cursos internacionales.
Su producto intelectual más paradigmático es Metodología del desarrollo de la comunidad, agregando teoría al maestro presbístero  Louis-Joseph Lebret (inspirador de la Populorum Progressio) y de la Escuela de Economía Humanista.
Es mérito suyo la extensión de temas como Trabajo Social Ecología, Sociología, Animación Sociocultural, Pedagogía, Investigación Social.
Ha asumido importantes cargos a lo largo de su vida debido a la gran participación e investigación Social, siendo dentro de estos los más destacados; el de Director de Desarrollo de la Comunidad en el Consejo Federal de Inversiones,
Asesor de la Secretaría de Cultura de la Nación,
Consultor de las Naciones Unidas en planificación nacional y local, de la UNICEF en Política Social, de la UNESCO para América Latina en el campo de la Política Cultural, etc.
Ezequiel Ander Egg se define también como ecologista, feminista y militante permanente por los derechos de la niñez en casi todo el planeta. Con más de 170 títulos publicados y tres millones de ejemplares vendidos,  fue uno de los sobrevivientes de la Triple A y de la alianza entre patotas sindicales de derecha, policía provincial y ejército en Córdoba y Mendoza. Ander-Egg contó por primera vez su dolorosa experiencia el 30 de agosto de 2006 con motivo de un encuentro nacional de Agricultores Federados Argentinos que se realizó en Tanti, en el hermoso paisaje cordobés.  «Mi exilio es una tragedia, porque fui fusilado... Y cuando vino la democracia me tuve que autoexiliar porque la revista más popular de la Argentina, Humor, publicó un artículo que decía: «Ander Egg, una de las dos personas que sobrevivieron a un pelotón de fusilamiento de la Triple A». Y estos tipos eran unos criminales y yo un idiota que ni sabía pelear. La tragedia es que yo sé quién me mandó a fusilar, vivía aquí en Córdoba, un loco, el general Menéndez: »Yo me vi metido entre dos fuegos, porque yo soy pacifista, progresista... y sabía que los jóvenes eran tremendamente generosos. Por eso ayer me puse a llorar cuando pasé por Carlos Paz, por el lago San Roque, porque sé de algunas personas que conocía que fueron tiradas ahí. Jóvenes generosos que se metieron en una estrategia suicida... Ellos decían: «Nosotros somos la vanguardia esclarecida del peronismo». Pero, cómo vas a hacer una guerra sin aviación... y murieron 30.000 jóvenes. Y al mismo tiempo me acusaban de ser ideólogo de la guerrilla. Fue una cosa horrorosa, me quedé entre dos fuegos... El problema fue que quedé herido, estuve 31 días tirado sin auxilio, tendría que haber muerto, una campesina me llevaba un poco de comida, yo no quería que supiese mi nombre y lo único que quería era vivir embarrado para que no avanzara la gangrena. No sabía lo que tenía roto y fue trágico cuando pude salir... En Venezuela me dijeron que era muy grave, que nunca más en la vida iba a caminar. Pero la tragedia es mucho más grande, porque yo sabía que me querían matar, pero cómo iba a abandonar a los jóvenes que estaban en una locura. Mi fidelidad a los jóvenes, fue una fidelidad hasta la muerte. Entonces saqué todo el dinero para sacar a mi familia al exilio. Pero ese día, cuando escaparon, no me encontraron, entonces encañonaron a mi familia y se llevaron todo el dinero. La que era mi esposa los denunció y a los tres días dinamitaron la casa, con ella y un hijo mío. Fue una tragedia tras otra. Al día siguiente de mi fusilamiento quisieron secuestrar a un hijo mío para canjearme conmigo, pero él cambió el itinerario y se salvó. Nunca más volvió a la Argentina. »Yo sé por qué he comprometido mi vida al servicio de los pobres, los marginados, de los desgraciados, por qué todavía ahora, con 76 años sigo luchando para cambiar un poquito el mundo, lo sé, pero entonces no lo sabía. Tampoco sabía por qué mis hijos tenían que sufrir. Porque en el momento que viene el pelotón de los nueve tipos, con ametralladoras y todo, estaban tres hijos, uno de 14, otro de 11, otro pequeño. El de 14 pudo darse cuenta (él nunca más volvió a la Argentina), el más pequeño no se dio cuenta de nada, pero yo tenía un hijo en una edad trágica (que después esa experiencia me ha servido para ayudar a miles de niños en la guerra que hubo en Sarajevo, que hay ahora en África... Es una edad trágica, porque el terror metido en un niño aflora y ¿sabés lo que significa para mí que mi hijo, ese hijo, que presenció eso, se volvió loco por el terror? ¿Sabés lo que es mirar los ojos grandes y hermosos que él tenía y ver que estaba perdido, por mi causa? ¿Sabés lo que significa que mi madre, una campesina pobrísima, explotada en la cosecha de maíz en la provincia de Santa Fe a comienzos del siglo XX, se volviera paralítica por los fusilamientos, por esos atentados para matarme? Ella quería que yo abandonara la lucha, pero entonces yo le dije: «Mientras haya en el mundo un sola mujer campesina explotada yo no dejaré la lucha». Para mí, todo esto es una carga psicológica y de sufrimiento que será para siempre”.
 

En un reportaje realizado por Estanislao Giménez Corte para El Litoral (Mayo 2014), se definía como “gandhiano, libertario, franciscano agnóstico, socialista y optimista patológico”. Tiene el récord de conclusión de carrera de grado en menos tiempo (un año y medio). Tiene una capacidad para el diálogo que rompe las distancias con el periodista que, apenas asomado desde el llano, puede acceder rápidamente al entendimiento de que se está, efectivamente, ante una mente brillante. Tiene, además, una capacidad natural para contar episodios y anécdotas (muchas de ellas casi inverosímiles) de su vida. Tiene vergüenza y pudor cuando se le consulta por algunas cuestiones (“no quiero parecer un fanfarrón. Hay muchas cosas que no cuento”).Tiene sobre sus espaldas, también, críticas a su trabajo y acusaciones diversas bajo el rótulo pretendidamente peyorativo de “divulgador”. Ander-Egg es un personaje fascinante. Su relato académico y profesional cabalga sobre su relato de vida, que parece, como él mismo lo dice, sacado de una novela.
Tiene una memoria extraordinaria a la que describe como “holística” y un equipo de trabajo con especialistas en diversas materias con “memorias analíticas, de ese modo nos complementamos”, explica. Se considera “especialista en nada”. Tiene unas 17 hijas adoptivas y 1 biológica (fallecida). Es, dice, su modo de “ayudar” a los otros: les paga sus estudios y contribuye a que tengan una vida mejor. Tiene una rutina de trabajo que lo lleva a leer unos 120 libros por año y a trabajar unas diez horas diarias (incluidos sábados y domingos). Tiene unos 3 millones de libros vendidos en todo el mundo pero ha optado “por la pobreza y la austeridad”. Tiene una carrera que apenas se puede entrever y cuya mera mención ocuparía con generosidad mucho más que los límites de esta nota. Se manifiesta en contra de la “barbarie de la especialización” y entiende que la universidad en términos generales trabaja bajo el yugo del “texto sin contexto”: “Se trabaja con autores pero no con problemas que pueden ser resueltos o abordados. Ahora quiero dormir un poquito más. Pero antes me despertaba a las 5 de la mañana y escuchaba noticias. Desayunaba y me ponía a trabajar. Pero nunca trabajo más de tres horas seguidas. Mi primer descanso es mi primer entrenamiento. Entreno físicamente todos los días durante una hora y media.  He buscado el máximo rendimiento de la mente. La verdad es que tengo una memoria especial: no necesito leer para comprender un problema. Puedo hacer aflorar a la memoria inmediata miles de datos y los retengo. Es algo natural y la entreno. Es muy importante la oxigenación del cerebro y la circulación de la sangre. Mi rutina tiene que ver con el experimento científico que hago sobre mi cuerpo para vivir 120 años. Yo tengo 84 y nunca he ido al médico. Esto surge por una propuesta que se hizo en un Instituto de Gerontología europeo hace mucho tiempo. Yo tenía 29 y me ofrecí. Los aspectos clave son: alimentación, sueño y entrenamiento físico. Luego están los ayunos y el control de la mente sobre el cuerpo. Está explicado en mi libro “Cómo envejecer sin ser viejo”. Además, hace 26 años que no me perturbo. Se llama Ataraxia, según Epicuro.
La salud es eso. No perturbarse.

Hoy, a sus 90 años Ander Egg sigue siendo un luchador y un militante a favor de las causas más nobles de la humanidad. Una de sus mayores preocupaciones actuales es la falta de diálogo a la que ha sido conducida la sociedad contemporánea por los creadores de opinión pública y los medios dominantes, cumpliendo, a su vez, el mandato del pequeño grupo de poder que dirige la marcha del mundo.
Asombra la lucidez con la que ha abordado el análisis del cambio vertiginoso en la relación tecnología-sociedad. Sus descripciones entrelazando filosofía-sociología-ciencia-tecnología, son proverbiales y –aunque aluden a nuestro tiempo- hasta podríamos calificarlas de  atemporales. En 1973 anticipó el advenimiento de la globalización (aunque no citada con ese nombre específico) y el ahondamiento de la brecha entre el norte rico y el sur pobre, en todas las aristas: tecnológica, económica, unidimensionalidad del individuo, educación, salud y hasta ocio. Porque sostiene que en la era planetaria en que vivimos hay que aprender a pensar teniendo en cuenta la rápida obsolescencia de los conocimientos. En la ciencia moderna hay que pensar desde una dinámica de la improvisionalidad, de la incertidumbre de la complejidad. Ya han desaparecido las certezas que teníamos hace unos poco años.
Lo que a mí me obsesiona   –dice Ander Egg-  es poder dialogar...aún cuando tengamos perspectivas diferentes, en posiciones políticas y económicas diferentes. Todo este sufrimiento físico que tengo, todas estas heridas (en referencia a su casi invalidez producto del fallido fusilamiento) es consecuencia de que no se dialoga en el mundo, ni en misiones de paz, ni en misiones de convivencia.
Es poco conocida, pero altamente esclarecedora, la anécdota que refiere cuando un Primer Ministro Turco y Rodríguez Zapatero, ex presidente de España, “me encargaron que yo dialogara en el mediterráneo, por la paz y la convivencialidad, con las tres religiones monoteístas  -judíos, musulmanes y cristianos- todos con grandes pecados de violencia y nada se pudo hacer porque vivimos en un mundo de mucha crispación”. Es que hay una violencia inusitada en el lenguaje, una descalificación del otro…  Yo siempre digo “el que no milita en mi opción política no es no siquiera mi adversario –de enemigo ni hablar- es otra persona que tiene otra perspectiva. Por eso yo defino la democracia como una comunidad de gente discrepante: somos comunes, nos sentimos hermanos fraternos aunque no haya coincidencia”.
“Pero tenemos que hacer frente a eso, tenemos que sembrar, a ver si podemos construir un mundo un poco mas fraternal y mucho más humano… una humanidad donde la dulzura, la ternura y la poesía también sean el alimento cotidiano.
Aunque algunos de sus biógrafos afirman que Ezequiel Ander Egg que ha recibido innumerables premios y reconocimientos en Argentina y el exterior, el único al que se hace referencia es haber sido nombrado ciudadano ilustre en su ciudad natal. Injustamente olvidado y marginado por sectores ideológicos, políticos y  pseudo intelectuales- es una de las mentes más brillantes que ha tenido la Argentina y con el mérito extra de haberla aplicado a las Humanidades. Unas neuronas a turbina en busca de que el mundo sea cada vez más a humano que ha sido olvidado deliberadamente por quienes no tienen sus mismos intereses de promoción humana.
De sus 170 publicaciones la única que fue best seller en Argentina –requirió mas de cinco ediciones en cuatro años- fue      EL MUNDO EN QUE VIVIMOS: una descripción de la situación del mundo en 1973. Actualizando sus datos sería de rabiosa actualidad. Libro de tal complejidad interdisciplinaria y de tan descomunal cantidad de datos estadísticos que 45 años después nadie se ha aventurado a una publicación de tal magnitud para documentar la inconmensurable asimetría entre la riqueza y la pobreza como favorecedor o condicionante de la vida de la gente.
Buenas y Santas quiere,  a partir de ahora y en notas sucesivas, posibilitar a sus lectores conocer –aunque sea en vuelo rasante- este libro de Ezequiel Ander Egg agotado y casi imposible de conseguir. Porque es una contribución mínima pero eficaz en la tarea que todo ser humano tiene de poner un granito de arena en la construcción de un mundo mejor.

                                                                            

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