23 septiembre 2020

Del legado de Ezequiel Ander Egg

SE ACUERDAN DE LOS “HIPPIES”?



Por  Eduardo Gobbi


           En la década del 60 apareció –como parte de la rebelión
           juvenil mundial- un movimiento contestatario que despertó            
          aplausos y  denostaciones por igual. Extendido por               
          prácticamente todo el mundo, el “hippismo” tuvo su paraíso          
          en Katmadú (Nepal) que se convirtió en centro de             
          peregrinación obligado de la comunidad.
          A casi 60 años de distancia del auge del movimiento juvenil
          que, en su momento, sacudió los cimientos de la vida social
          presentamos un análisis de su génesis y causas extraído del
          libro “El Mundo en que Vivimos” de Ezequiel Ander Egg.


Gestado e iniciado en San Francisco, Estados Unidos, el movimiento  apareció precisamente en el país más beneficiado del mundo, donde parecía que se había demostrado que todo se podía comprar con dinero. Pero donde, a partir de entonces, los padres se asombraban  y quedaban perplejos cuando los hijos se iban de sus casas dejándolos quejándose de su ingratitud luego que le dieron todo cuanto el dinero puede proporcionar, como dicen los Beatles en la canción She's Leaving Home. Dar cuanto el dinero puede proporcionar es precisamente la mejor manera de hacer un burgués mediocre e instalado a quién se le presentaba como una de las vías para ser persona el hacerse hippie.
El origen del inconformismo hippie como también lo fue en los “Rebeldes Sin Causa”, está en el rechazo de la American Way of Life es decir del estilo de vida norteamericano y de los valores de la sociedad burguesa que ese país encarna tan profundamente: la guerra, el racismo, la opresión tecnoburocrática eran (eran o lo son? expresiones de lo que significaba ese modo de vida. La guerra de Vietnam en especial, que pareció manifestar el verdadero rostro del sistema, provocó una reacción insospechada pues compendiaba  -se dijo entonces en los Estados Unidos- todos los pecados de esa sociedad: destrucción de los pueblos, destrucción de la naturaleza, despersonalizado empleo de la tecnología, guerra del rico y del poderoso contra el pobre y el desvalido.
La justificación  de ese estilo de vida basada en abstractas racionalidad, hipocresía y mentiras, y sobre todo, la exigencia de que el individuo sin que interese su conciencia, sus valores y su personalidad entre a formar parte de una maquinaria de guerra como un proyectil impersonal. Frente a esta situación, millares de jóvenes que pertenecían a las clases sociales que lucran del sistema, pusieron en entredicho los valores y fundamentos de la sociedad que es capaz de producir tal guerra, abandonaron  la comodidad de sus hogares y dejaron la sociedad para rescatar -según dijeron- la personalidad individual en toda su pureza.  La flor, la no violencia, el pacifismo, la música y la sexualidad fueron símbolos del movimiento. Pero son tres palabras claves las que lo caracterizaron:  Paz -  Amor  -  Libertad.
Que los hippies hayan sido extravagantes para los cánones de la sociedad de su época; que hayan escandalizado por su libertad sexual y su gusto por las drogas; que hayan sido sucios y no hayan gustado del trabajo; que hayan sentido lástima por los “respetables” hábitos y costumbres de sus mayores…todo esto puede llevar a considerar el movimiento con mucha superficialidad, como aquellos que pretendían explicarlo todo denominándolos “los inadaptados de la era espacial” o “Los idiotas del LSD”. Las actitudes despectivas e irónicas y el desprecio, no ayudan a un esfuerzo de comprensión.
Hay que tener el coraje de preguntarse qué había detrás de todo esto. Arnold Toynbee, que no era en los años 60 un muchacho sino un octogenario, dijo que este movimiento “es una luz roja de alarma para el sistema de vida norteamericano”. También lo fue para los latinoamericanos –agregó Ander Egg- que se encandilaban (encandilan?) con algunos “espejillos” de la vida en Estados Unidos y se enajenan culturalmente bajo la influencia de la publicidad que los lleva a adoptar pautas de consumo, aspiraciones y valores que nos alienan de nuestro propio ser, porque solo pueden dar cuanto el dinero puede procurar.
El fenómeno hippie no había terminado cuando muchos lo daban por muerto.En 1969 el carácter masivo de las asambleas hippies llamó la atención del mundo entero: 200.000 jóvenes (hoy equivalente a dos millones) se reunieron en la Isla de Wight, al sur de Inglaterra, para escuchar a Bob Dylan –máximo exponente de la canción “folk” y la canción de protesta, moda absoluta en la juventud de la época. En el Hyde Park (Londres), 120.000 hippies (hoy 1.200.000). En EE.UU en dos mitines gigantescos  reunieron 250.000 (hoy 2.500.000)  y con ocasión del célebre “Woodstock Festival” nada menos que 400.000 (hoy 4.000.000). Por otra parte,  coincidente con estos actos masivos, miles de chicos y chicas en ruptura con el Colegio,  conocidos como “run away high school boys and girls, se dirigían cada año hacia San Francisco para incorporarse a la vida hippie. Y los millones de jóvenes de todo el planeta que peregrinaban a Katmandú, catedral mundial del hipismo.    Podemos tomar estos hechos a la ligera?
En aquellos años estaba muy difundido,  en casi todos los países, lo “psicodélico” que era también una expresión del fenómeno hippie en cuanto al manifiesto deseo de “escapar de este mundo” en lo que tiene de chatura y de mentira para lograr la verdadera liberación del espíritu en un mundo de ensueño y orgiástico.
No viene al caso discultir aquí si eso se logra o no, dice Ander Egg. Me interesa señalar, como interpretación del fenómeno, un intento –explícito o implícito-  de trascender “lo racional”, “lo burgués”, lo “unidemensional” de esta sociedad. Porque esto subyace también en las comunidades “beat”, en el ritmo del Rock and Roll, en la entrega a las drogas, en el interés por la religiones orientales y aun en el arte de la disociación, ya se trate de literatura, música o pintura. Son todas una serie de hechos, acciones, actitudes, etc., que dieron lugar a la “Hipculture”.
El hipismo para algunos merece un juicio negativo. Nosotros creemos que en lo mas profundo  –dice Ezequiel Ander Egg- estaba ocultando una búsqueda de trascendencia que la sociedad con ese modo de vida impedía y que la religión, tal como se la presentaba al hombre de aquel entonces (hoy?),  no era una respuesta significativa.
Otro aspecto que se criticó a los hippies  –y con proverbial agudeza- fue la libertad sexual. Una libertad sustentada en que era mas importante en la pareja el amor que el vínculo contractual, por una parte; y por otra “de qué inmoralidad pueden criticarnos los adultos cuando ellos practican una poligamia escandalosa y oculta” que es símbolo de hipocresía en la sociedad burguesa?;  porqué escandalizan las uniones libres, de ordinario con amor, en una sociedad que mantiene la prostitución como moneda corriente?
Esos postulados nacidos de la mas profunda cultura hippie de los años 60, está en la base de la actual concepción del matrimonio en nuestros días, donde prácticamente no hay casamientos sino uniones de hecho. Casi 60 años después del nacimiento, aquellos postulados se ha convertido de hecho en el sustento argumental de las uniones de parejas en el mundo en occidente.
Los principios del movimiento hippi fueron tomados como bandera por ciento de miles de jóvenes en todo el mundo y los podemos resumir en los siguientes, extraídos del mismo código hippi.
1.- Haz lo que te parezca, donde puedas y cuando quieras.
2.- Deja la sociedad que conoces. Déjala abiertamente, sin disimulos y sin rencor.
3.- Trata de convencer a la gente de buena intención que esté  a tu alrededor. Consigue que se cambien, si no a las drogas, por lo menos al culto de la bellaza, del amor, de la sinceridad y del placer.

Ahora la pregunta es:  porque esto ha tenido sentido y ha logrado éxito en las sociedades opulentas?.  Nos parece que hay motivaciones inconscientes profundamente lógicas. Una vez más no miremos el fenomeno hippie en sí sino a todo el contexto social donde el fenómeno se produce. Qué era (es?) la sociedad opulenta norteamericana de los años 60 (aparte de un complejo industrial-militar como el mismo Eisenhower lo llamó). Reflexionemos sobre algunos rasgos esenciales.
Primero, lo que proponía: objetivos puramente materiales o de consumo, un triunfo sin ninguna grandeza ni misterio ni belleza. Todo se reducía a ganar dinero, obtener un status que se definía e intercambiaba con el confort mecánico o el aburrimiento suntuoso. Eso en los años 60….aunque por cierto nada parece haber cambiado.
Segundo: Por cuáles caminos lo proponía? En apariencia, el  de la legalidad, el trabajo, el estudio y el progreso decente. En la realidad, por la competencia salvaje de los “trepadores de la pirámide”, la falta de escrúpulos y el cinismo sin complejos. Aún en Estados Unidos una ínfima minoría llegó (llega) a realizar en parte los objetivos que esa sociedad le proponía.  La gran mayoría de los que cándidamente se internan por el sendero ejemplar de la decencia y el trabajo son, a corto plazo, frustrados que se quejan de todo o soñadores que esperan de la lotería lo que ya saben que no conquistaran jamás por sus esfuerzos.
Tercero: En consecuencia –sostenía Ander Egg- sólo quedan cuatro alternativas de          verdad “lógicas”:

a) “avivarse” a tiempo,  descubrir cuáles son las verdaderas reglas del juego y aplicarlas sin complejos. Es el hombre de negocios, el ejecutivo, el profesional, el profesor y aún el clérigo que pueden presentar un historial inmaculado pero que en el fondo saben que lo único importante es ser  “realista” y “trepar” aunque eso exija hipocresías, acomodo, sometimientos, simonía, vulgaridad, soborno, lacayismo, descompromiso, frivolidades, arreglos con el poder y  el dinero, y otras cosas que no se condicen con los principios que dicen sustentar. Se trata de una sociedad en donde casi todo el mundo practica un doble juego de valores.

b) Aceptar los objetivos pero negarse a seguir los caminos y tomar un atajo. Este es el caso del gángster, el truhán. Ha elegido el dinero y decide tenerlo. Por él vive y por él mata. Un personaje mucho mas lógico y coherente con ese tipo de sociedades de lo que cualquiera se atrevería a decir.

c) Rechazarlo todo: los objetivos y los caminos. Decir no a un mundo que se agota en lo material. No a sus caminos de decencia fingida y de realidad brutal. Esta era la negativa hippie y su sueño. Hacer de inmediato un mundo de bondad y poesía. Aceptar cualquier camino menos los que ya sabe donde  llevan. El hipismo revela una suerte de terrible lógica y de ingenuidad patética. Algo así como si el hombre, cansado de esperar algo distinto y de verdad trascendente en este mundo “unidemensional” , se levantara en ellos y quisiera alcanzar, ya mismo y a fondo, toda la belleza, todo el misterio y toda la dulzura que la vida “debe” tener. Y como la vida deja de tener significado absoluto el hippie hace suyo el lema de George Santayana: “El nacimiento y la muerte son irremediables; aprovechemos para disfrutar el intervalo”.

d) Rechazar los objetivos y los caminos que propone la sociedad burguesa, pero no evadirse sino comprometerse con la lucha para su transformación.

La nota exterior mas sobresaliente del hipismo en comparación con otras expresiones de “La Rebelión Juvenil” de los años 60 ( el Mayo Francés, el Cordobazo, la rebelión estudiantil, etc.) es la no violencia, pero ambos tienen en común dos rasgos a destacar: el repudio y el rechazo a las normas de las sociedad de la época y la evasión y escapismo del mundo que les tocaba vivir. Eran jóvenes que no querían aceptar porque sí lo que la sociedad les imponía. Pero dejaban la sociedad, se evadían, se apartaban de ella, no les preocupaba cambiarla.
El hipismo en los países ricos  –aún cuando fueron absorbidos por la sociedad capitalista- solían ser una expresión de originalidad y rebeldía. Pero en la realidad latinoamericana cabía preguntarse ante este tipo de manifestaciones: imitación cultural o auténtica protesta? El hippsimo latinoamericano se movió dentro de una vasta gama que fue desde la auténtica rebeldía al snobismo. El rebelde sincero terminó por comprender que ser hippie en américa latina, era no ser uno mismo,  sino la figura deformada de los espejos de un parque de diversión, porque no era él sino la imagen de otro al que imitaba. Y no es por la imitación por lo que se es diferente y original.
El hippie en la Argentina fue un producto que se podía vender a buen precio. La aparición de los hippies o pseudo hippies fue un negocio redondo para la sociedad comercializada que decían critircar: en Buenos Aires, la aparición de mas de 100 boutiques hippies daban testimonio de ello.
Finalmente debemos decir –concluía Aner Egg-  que los hippies fueron la “expresión de una crisis” (citando a Margaret Randall) pero no camino de la liberación de la juventud, ni de transformación de la sociedad”.
Buenas y Santas ha querido publicar esta nota con el deseo, también, de promover un debate interno en cada lector acerca de las condiciones de vida  en la sociedad en época de  los hippies con las que la sociedad actual exhibe. Detectar coincidencias y no-coincidencias, similitudes y no-similitudes, puede significar un beneficioso aporte a nuestra conducta social para la construcción de un mundo mejor.
                                                                                

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