15 octubre 2020

Seremos una nueva humanidad… o no seremos nada. (Pandemia 2020)



El Cirineo

¿Qué nos está dejando esta pandemia?

¿Cuándo y cómo terminará?

¿Cómo quedaremos luego que finalice?

¿Quién es el culpable de este virus? ¿Dios, los chinos, la ambición de los poderosos?


Hoy, más que responder a estas preguntas, creo que vale la pena sacudirnos un poco el polvo del encierro, del aislamiento, de la incertidumbre, de la desazón y la desesperanza.
Creo que es necesario levantarnos, mirar hacia adelante, crear un nuevo horizonte, aunque no veamos muy claro, aunque nuestros ojos aún estén rojos del encierro, nublados por el dolor, con lágrimas de tristeza… igual hay que levantarse, sacudirse y avanzar.
Cuando comenzó esta pandemia nadie pensó que duraría tanto… supero los límites de nuestra expectativa en cuanto al tiempo y la dimensión que alcanzó.
La economía, sin lugar a dudas será unos de los factores más importantes, tal vez no sea el más importante, pero tiene una influencia fuerte y directa en lo personal y global.
En cuanto a la salud física, los más vulnerables o los más fuertes (las dos caras de una misma moneda) son aquellos que han atravesado el contagio directo o indirecto ya sea en la misma persona o por algún pariente o amigo.
Luego sigue la salud emocional, donde lo anterior, o sea lo económico y la salud física tiene un fuerte y directo impacto en nuestras emociones. Y a esto se le suman nuestras relaciones íntimas con nuestra pareja, con nuestros hijos, y familia en general. Antes del virus vivíamos de una manera, durante el virus, con el encierro, esa manera de vivir puede cambiarnos, puede afirmar ese amor que tenemos, y reinventarnos progresivamente para no sobrevivir, sino VIVIR. Ahora tenemos “tiempo”, No vale la pena gritarse, el dialogo es el mejor aliado, encontramos placer en cosas que jamás hacíamos, o muy poco hacíamos, como por ejemplo ayudar en lo quehaceres domésticos, generar una rutina deportiva en familia, cocinar en familia, dieta en familia, jugar en familia… en definitiva redescubrir el amor en familia.
Pero, lamentablemente, hay casos donde el amor es débil, es escaso, y el encierro logró que se desnude esa carencia, aparecen los reproches, los gritos, en muchos casos la violencia, pretendemos justificarnos, pero no se puede, el encierro es el letargo de una separación anunciada… y por supuesto no se vive, se sobrevive…
Y por último nos queda la salud espiritual… ¿Será lo último? Es curioso, porque el cuerpo queda en este mundo, y nuestra alma es lo que trasciende… tal vez nos tendremos que plantear qué es lo más importante.
“No somos seres humanos viviendo una experiencia espiritual, somos seres espirituales viviendo una experiencia humana”: Pierre Teilhard de Chardin
Desde que comenzó esta pandemia los medios de comunicación nos han invadido con la palabra “muerte”, muerte por el virus, muerte en tal ciudad, muerte en tal país, muerte en todo el mundo… el virus trajo otros enemigos, como el miedo, la desconfianza y la muerte.
¿Eso es todo? ¿Esto es realmente así?
¡No! Claro que no!
Si la muerte fuera el fin último, no hay de qué preocuparse, pues no habría un Dios.
Pero sabemos que la muerte no es el fin, lo que conocemos como vida es un medio para alcanzar el fin que es la eternidad. Pues de Dios venimos y a Dios regresamos, tal vez nunca sepamos como Dios nos hizo llegar a este mundo (y no me refiero al nacimiento físico) pero si podemos tener alguna idea de cómo regresaremos, si somos honestos con nosotros mismo, podremos descubrir que tan liviano de equipaje vamos al cielo o que tan pesado estamos de equipaje de acuerdo a nuestro comportamiento, claro está.
La palabra muerte, yo la asocio a la pascua, que significa “paso”, paso de un estado a otro.
Desde que llegamos al mundo nuestra vida es una cuenta regresiva… pues de algo podemos estar seguro… que moriremos… lo que nunca sabremos es cuando…
Para algunos es apenas en su nacimiento, para otros más tarde, y para otros, más tarde aún, de muy ancianos, pero todos moriremos.
La vida es tan corta que debe tener algún sentido, por supuesto, el sentido se lo doy yo con mi fe, y mi fe me dice que todo tiene sentido. Mi fe me dice que hay un Dios, que es grande, Misericordioso y es Padre.
Mi fe me dice que hasta los pelos de mi cabeza están contados, (Mt 10.30) que ni un ave se cae del cielo sin que el padre lo sepa. (Mt 6.26) Que todo tiene peso, medida y volumen. Que nada es casualidad. Que la naturaleza del hombre, aunque ahora caída, inferior por consecuencia del “pecado original”, Dios no lo abandonó. Claro está que la humanidad ya no puede gozar de la justicia original que tenía en el Edén, ya no puede hablar clara y directamente con su creador como lo hacía en el Edén.
La desobediencia de Adán, cobra una vital pérdida de la santidad y justicia en el estado original del primer hombre, no es como la desobediencia del hombre actual, pues nosotros podemos desobedecer (y lo hacemos) tantas veces y tantas veces nos podemos arrepentir y restaurar nuestra moral con la reconciliación del perdón. Y esto no es mérito propio. Es gracia y Misericordia de Dios.
Mi fe me dice que el creador tiene un “plan”, aunque no lo veamos y entendamos.
Mi fe me dice que no podemos quedarnos con el pensamiento finito, limitado de nuestra existencia humana. No somos el centro del universo.
Somos una pequeñísima parte de este vasto universo, del cual ni siquiera podemos abordar nuestro “propio” sistema solar. Es como mirar el horizonte, pues sabemos que ahí no termina. Aunque lleguemos ahí, aparecerá otro horizonte, y así sucesivamente.
Mi fe me dice que nada se le escapa a Dios, aunque no estemos de acuerdo y no entendamos del todo las muchas cosas que suceden, por sobre todo, la inmensa cantidad de injusticia generada por toda la historia de la humanidad.
Debemos pensar como Dios, desde la eternidad, porque esa eternidad está en nosotros, Dios está en nosotros, lo eterno está en nosotros, lo bueno, lo bello, lo santo, el milagro, lo inocente y puro, también está en nosotros. Y está en nosotros por el solo hecho de saber y creer que Dios está en nosotros. Esa es nuestra verdadera esencia… luego vino la desobediencia y la caída de Adán, del hombre. Y tiempo más adelante, ni más tarde, ni más temprano, sino en el tiempo justo e indicado, vino el nuevo Adán, vino Jesús a redimirnos, a liberarnos… y la Verdad te hará libre.
Mi fe poco entiende para que vino este virus, pero vino, está y hay que enfrentarlo.
La gran pregunta es ¿Cómo?
Creo que seremos una nueva humanidad… o no seremos nada.
Este virus vino también para sacar lo mejor de nosotros, (En algunos caso lo peor) vino para enfrentarnos en esa división que ya teníamos hace tiempo, cada pareja tuvo que enfrentarse, cada amigo, cada familia, cada país, todo la humanidad y cada individuo. La diversidad es buena cuando suma para todos, sino no es injusta.
Si hablamos de política, lo que hace tiempo se mantiene vigente es la famosa “grieta”, una grieta que hemos alimentado, sostenido y la hemos dispersado como un virus a los demás ámbitos, amistades, educación, familias, deporte, etc. No es una grieta de ahora, no es una grieta de moda… es el mal disfrazado de grieta. “Divide y triunfarás”
Es a esto que también tenemos que enfrentarnos, no somos enemigos… si vivimos bajo el cielo del creador, pues seamos hijos del mismo Dios, eso nos hace hermanos, no enemigos.
Aprendamos de nuestros errores, el homicidio de Caín está en nuestro ADN, pero también la “gracia” del Mesías, que nos lleva a la misericordia de Dios.
Al egoísmo lo tendremos que poner en su lugar… ya no podemos ni debemos mirarnos como extraños… somos hijos de un mismo Dios. La Madre Naturaleza nos cachetea, nos abofetea el alma para que reaccionemos, basta de pelearnos, basta de enfrentamientos por intereses puramente egoístas, basta de mirarnos creyéndonos superiores, aunque tu condición sea tal. Basta de querer que creas como yo creo. Basta ya!. Solo un poco de respeto. Y te respeto porque me respeto a mí mismo. Te respeto porque te miro con los ojos del Creador, eres un reflejo del mismo Dios, tal vez un débil reflejo, un sucio reflejo, un inferior reflejo, pero siempre del mismo Dios que me creo, que nos creó.
Este virus nos encerró, nos aisló, nos dejó prisioneros del miedo, de la incertidumbre y del abatimiento.
Y estamos cansados y agobiados… pero mi fe sigue escuchando las palabras del Maestro: “vengan a mí los que están cansados y agobiados” Mt 11:28-30
En ocasiones estamos caídos en nuestra propia miseria, y en la miseria del “sistema global”, pero Jesús sigue extendiendo su mano y nos dice: “Joven, yo te lo mando: Levántate” San Lucas 7, 11-17:
El Señor no es sordo ni indiferente a todos nuestros sufrimientos.
Yo siento que hoy también nos está diciendo que nos levantemos, que no podemos vivir postrados por el miedo, por la indiferencia o por la apatía frente a las situaciones tan tensas. Es en estos momentos donde debemos sentir la cercanía de Jesús y saber que también, como a nosotros, se le parte el corazón. Hagamos nuestra su oración al Padre y hagamos nuestro también su gesto de cercanía y compromiso. Tendremos que seguir el camino de la verdad y de la justicia.

Seremos una nueva humanidad… o no seremos nada.




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