Un día
de otoño de 1906, en una lluviosa mañana, Sir
Francis Galton, con 85 años, sale de su casa en
Plymouth para visitar la Feria de Ganado. Se celebra la “West of England Fat Stock and
Poultry Exhibition” y, como cada año, los agricultores locales se
reúnen allí. Galton les saluda amablemente mientras pasea entre hileras de
animales, y se detiene frente a un enorme buey. De hecho, hay un concurso:
adivine cuánto pesa el buey por seis peniques. Hasta 800 personas han apostado
(algo muy inglés).
Desde
hace mucho que Galton está fascinado por la estadística y pensó en corroborar su tesis de que el votante
medio no era capaz de casi nada. Así que le pide al tipo que recoge las
tarjetas que le deje copiar los valores que se han ido apostando.
Uno
tras otro, Galton anota los valores de las tarjetas en un cuaderno; suma tras
suma, calcula la media de las apuestas hechas por 800 tipos a ojo. Pensando en
un resultado disparatado se dio con la sorpresa de un valor de 1.197 libras,
siendo el peso real: 1.198 libras. En
criollo... Un poco menos de medio kilo.
Posteriormente, Galton escribe: El resultado parece abonar la fiabilidad del criterio democrático en mayor medida de lo que era de esperar.
El
libro traducido aquí como “Cien mejor que uno” (tela marinera) propone
una idea interesante. Dice Surowiecki que “los grandes colectivos son más inteligentes que la minoría selecta, por
brillante que ésta sea, cuando se trata de resolver problemas, promover la
innovación, alcanzar decisiones prudentes, e incluso prever el futuro".
Es así
cómo, últimamente se viene hablando de lo que se ha llamado 'inteligencia
colectiva', o de la 'sabiduría de las masas'.
La imagen que se me presenta es la de un grupo de personas varadas en una isla teniendo cada una de ella una pieza fundamental y distinta a las de los demás. Si cada uno lucha por conservarla, todos se estarán privando de ponerlas en conjunto para construir una balsa en la que todos se puedan salvar...
Nuestra tendencia es la de conservar nuestro punto de vista sobre las cosas y no renunciar a él... Tendemos a rodearnos de otras personas que afirmen lo que ya creemos y descalificamos a los que piensan distintos... Por las dudas, nos mantenemos lejos, o los bloqueamos... Nuestras ideas pueden estar lejos de la realidad... Pero nos sentimos mejores... Y hasta superiores...
Así, el otro, por pensar diferente, puede transformarse en un enemigo... Como para un gobierno, la oposición, o cualquier manifestación en contra, es calificada de golpista.
Pero
estas ideas, no son tan nuevas como parecen... Esta es la postura mantenida,
hace más de 50 años, por filósofos como Jürgen Habermas o John
Rawls. Antes que ellos por John Dewey y Friedrich Hayek. Y, también por John
Stuart Mill, Dewey, Hayek, Rousseau, Condorcet, Spinoza y Maquiavelo.
Éste último sostuvo:
“El pueblo es más sabio y es más constante que el príncipe” “Comparados un pueblo y un príncipe, sujetos ambos a las leyes, se verá que hay mayor virtud en el pueblo que en el príncipe; si ambos no están sometidos a leyes, veremos que el pueblo cometerá menos errores que el príncipe y además los del pueblo serán menos graves y más fáciles de resolver; porque un hombre bueno puede hablar a un pueblo licencioso y desordenado y atraerlo fácilmente con su elocuencia a buena vía, pero nadie puede hablarle y convencer a un mal príncipe y no tenemos otro remedio sino utilizar el filo de la espada. Puede, pues, conjeturarse la diferencia de enfermedad por lo distintas que son las medicinas; pues la de los pueblos se cura exclusivamente con palabras y la de los príncipes necesita la espada. Podemos concluir que cuando necesitamos mayor energía del remedio es porque los males son mucho mayores."
Y podemos remontarnos hasta Aristóteles, quien en la Política fue el primero en desarrollar la llamada Tesis de la Sabiduría de la Multitud (TSM), como lo vemos en este texto:
"En cuanto a la afirmación de que debe ser soberana la mayoría antes que los mejores, pero pocos, podría parecer que, a primera vista, encierra cierta dificultad, aunque es cierta. Pues los muchos, cada uno de los cuales es en sí un hombre mediocre, pueden sin embargo, al reunirse, ser mejores que aquellos; no individualmente, sino en conjunto; igual que, por ejemplo, los banquetes colectivos son mejores que los costeados a expensas de uno solo; pues, al ser muchos, cada uno aporta una parte de virtud y de prudencia y, al juntarse, la masa se convierte en un solo hombre de muchos pies, de muchas manos y con muchos sentidos; y lo mismo ocurre con los caracteres y la inteligencia (1281b)."
La TSM, en la versión defendida por Aristóteles, parece estar compuesta de tres elementos centrales:
1 La fuerza del número (o elemento agregativo): las multitudes deciden mejor que los menos porque, al operar conjuntamente, reúnen mayor riqueza, fuerza, inteligencia, virtud, o cualquier otro criterio que se considere central a la hora de fundamentar una decisión sabia.
2 La fuerza del mejor argumento (o elemento deliberativo): las multitudes deciden mejor que los menos porque al acumular más argumentos y más diversos, y al contrastarlos y refinarlos siguiendo un proceso deliberativo, son capaces de fundamentar mejores decisiones.
3 La fuerza del conocimiento del usuario (o elemento evaluativo): las multitudes deciden mejor que los menos porque, aunque carezcan de los conocimientos técnicos necesarios para comprender algunas complejidades de la toma de decisiones, son capaces de evaluar mejor la calidad del resultado y el impacto de tales decisiones.
Pero tampoco fue Aristóteles el inventor de esta tesis, porque esa idea formaba parte de la cultura política reinante en la Grecia de la época. La idea de la sabiduría de la multitud aparece también, por ejemplo, en Demóstenes, contemporáneo a Aristóteles, y en Protágoras y Demócrito, anteriores a ellos.
Pero el mismo Surowiecki también señaló que la multitud está lejos de ser infalible.
Explicó que uno de los requisitos para el buen criterio colectivo es que las decisiones de los individuos sean independientes entre sí. Si todo el mundo se deja influir por las conjeturas del otro, hay más posibilidades de que las conjeturas sean parcializadas.
Por lo que entramos en lo que creo parece ser una paradoja... Ser masa, sin estar masificado... Es decir, estar con los demás aportando algo que nos es propio, sin miedo a sonar diferentes, sin miedo a escuchar y dejar que las ideas de los demás moldeen mis puntos de vista.
Es un problema el tema de caer dentro de la masificación, cuando tenemos mecanismos armados para transformarnos en rebaño... Desde las estrategias de gobierno hasta las informaciones que recibimos de los medios de comunicación.
El problema es que en las masas se puede esperar una 'inteligencia colectiva' y en la masificación una 'estupidez colectiva'.
El desafío es animarnos a escuchar a todos... Animarnos a cambiar el canal de comunicación... Animarnos a perder el complejo de omniscientes... Animarnos a reconocer que podemos tener aciertos y errores... Animarnos a abrirnos a los demás, por más que los consideremos 'los otros'.
No sería mala idea detenerse en la advertencia de Charles MacKay en su famoso librito, publicado en el siglo XIX: "La gente, es sabido, piensa en manadas; se verá que también enloquece en manadas y sólo recobra la cordura lentamente, uno por uno".
En Argentina hablamos de una grieta que nos separa en bandos... Lo malo de esta grieta es que se come las ideas de cada una de las partes y no las deja llegar al otro lado...
La grieta desaparecerá, no cuando alguna de las partes desaparezca, sino cuando aprendamos a ser cada uno cada uno... Y que las posturas sean 'convicciones' y no conveniencias... Y que la escucha sea un saber recibir y evaluar y no un sólo esperar mi turno para hablar. Y que dialogar sea un intercambiar posturas para crecer y no una competencia para ver quién gana. Tal vez, para salvar distancias, y que se dé la 'inteligencia colectiva', debamos comenzar a barajar el concepto de 'amor colectivo'.
Podemos concluir podemos decir que 'nada nuevo hay bajo el sol'. Tal vez estas ideas suenen a viejas, pero lamentablemente, no las hemos puesto en práctica de manera globalizada... Dicho con otra frase de Aristóteles: "Casi todo está ya inventado, pero algunas cosas no están organizadas, y otras se conocen, pero no se practican. (Política, 1264a)
Posteriormente, Galton escribe: El resultado parece abonar la fiabilidad del criterio democrático en mayor medida de lo que era de esperar.
La imagen que se me presenta es la de un grupo de personas varadas en una isla teniendo cada una de ella una pieza fundamental y distinta a las de los demás. Si cada uno lucha por conservarla, todos se estarán privando de ponerlas en conjunto para construir una balsa en la que todos se puedan salvar...
Nuestra tendencia es la de conservar nuestro punto de vista sobre las cosas y no renunciar a él... Tendemos a rodearnos de otras personas que afirmen lo que ya creemos y descalificamos a los que piensan distintos... Por las dudas, nos mantenemos lejos, o los bloqueamos... Nuestras ideas pueden estar lejos de la realidad... Pero nos sentimos mejores... Y hasta superiores...
Así, el otro, por pensar diferente, puede transformarse en un enemigo... Como para un gobierno, la oposición, o cualquier manifestación en contra, es calificada de golpista.
“El pueblo es más sabio y es más constante que el príncipe” “Comparados un pueblo y un príncipe, sujetos ambos a las leyes, se verá que hay mayor virtud en el pueblo que en el príncipe; si ambos no están sometidos a leyes, veremos que el pueblo cometerá menos errores que el príncipe y además los del pueblo serán menos graves y más fáciles de resolver; porque un hombre bueno puede hablar a un pueblo licencioso y desordenado y atraerlo fácilmente con su elocuencia a buena vía, pero nadie puede hablarle y convencer a un mal príncipe y no tenemos otro remedio sino utilizar el filo de la espada. Puede, pues, conjeturarse la diferencia de enfermedad por lo distintas que son las medicinas; pues la de los pueblos se cura exclusivamente con palabras y la de los príncipes necesita la espada. Podemos concluir que cuando necesitamos mayor energía del remedio es porque los males son mucho mayores."
Y podemos remontarnos hasta Aristóteles, quien en la Política fue el primero en desarrollar la llamada Tesis de la Sabiduría de la Multitud (TSM), como lo vemos en este texto:
"En cuanto a la afirmación de que debe ser soberana la mayoría antes que los mejores, pero pocos, podría parecer que, a primera vista, encierra cierta dificultad, aunque es cierta. Pues los muchos, cada uno de los cuales es en sí un hombre mediocre, pueden sin embargo, al reunirse, ser mejores que aquellos; no individualmente, sino en conjunto; igual que, por ejemplo, los banquetes colectivos son mejores que los costeados a expensas de uno solo; pues, al ser muchos, cada uno aporta una parte de virtud y de prudencia y, al juntarse, la masa se convierte en un solo hombre de muchos pies, de muchas manos y con muchos sentidos; y lo mismo ocurre con los caracteres y la inteligencia (1281b)."
La TSM, en la versión defendida por Aristóteles, parece estar compuesta de tres elementos centrales:
1 La fuerza del número (o elemento agregativo): las multitudes deciden mejor que los menos porque, al operar conjuntamente, reúnen mayor riqueza, fuerza, inteligencia, virtud, o cualquier otro criterio que se considere central a la hora de fundamentar una decisión sabia.
2 La fuerza del mejor argumento (o elemento deliberativo): las multitudes deciden mejor que los menos porque al acumular más argumentos y más diversos, y al contrastarlos y refinarlos siguiendo un proceso deliberativo, son capaces de fundamentar mejores decisiones.
3 La fuerza del conocimiento del usuario (o elemento evaluativo): las multitudes deciden mejor que los menos porque, aunque carezcan de los conocimientos técnicos necesarios para comprender algunas complejidades de la toma de decisiones, son capaces de evaluar mejor la calidad del resultado y el impacto de tales decisiones.
Pero tampoco fue Aristóteles el inventor de esta tesis, porque esa idea formaba parte de la cultura política reinante en la Grecia de la época. La idea de la sabiduría de la multitud aparece también, por ejemplo, en Demóstenes, contemporáneo a Aristóteles, y en Protágoras y Demócrito, anteriores a ellos.
Pero el mismo Surowiecki también señaló que la multitud está lejos de ser infalible.
Explicó que uno de los requisitos para el buen criterio colectivo es que las decisiones de los individuos sean independientes entre sí. Si todo el mundo se deja influir por las conjeturas del otro, hay más posibilidades de que las conjeturas sean parcializadas.
Por lo que entramos en lo que creo parece ser una paradoja... Ser masa, sin estar masificado... Es decir, estar con los demás aportando algo que nos es propio, sin miedo a sonar diferentes, sin miedo a escuchar y dejar que las ideas de los demás moldeen mis puntos de vista.
Es un problema el tema de caer dentro de la masificación, cuando tenemos mecanismos armados para transformarnos en rebaño... Desde las estrategias de gobierno hasta las informaciones que recibimos de los medios de comunicación.
El problema es que en las masas se puede esperar una 'inteligencia colectiva' y en la masificación una 'estupidez colectiva'.
El desafío es animarnos a escuchar a todos... Animarnos a cambiar el canal de comunicación... Animarnos a perder el complejo de omniscientes... Animarnos a reconocer que podemos tener aciertos y errores... Animarnos a abrirnos a los demás, por más que los consideremos 'los otros'.
No sería mala idea detenerse en la advertencia de Charles MacKay en su famoso librito, publicado en el siglo XIX: "La gente, es sabido, piensa en manadas; se verá que también enloquece en manadas y sólo recobra la cordura lentamente, uno por uno".
En Argentina hablamos de una grieta que nos separa en bandos... Lo malo de esta grieta es que se come las ideas de cada una de las partes y no las deja llegar al otro lado...
La grieta desaparecerá, no cuando alguna de las partes desaparezca, sino cuando aprendamos a ser cada uno cada uno... Y que las posturas sean 'convicciones' y no conveniencias... Y que la escucha sea un saber recibir y evaluar y no un sólo esperar mi turno para hablar. Y que dialogar sea un intercambiar posturas para crecer y no una competencia para ver quién gana. Tal vez, para salvar distancias, y que se dé la 'inteligencia colectiva', debamos comenzar a barajar el concepto de 'amor colectivo'.
Podemos concluir podemos decir que 'nada nuevo hay bajo el sol'. Tal vez estas ideas suenen a viejas, pero lamentablemente, no las hemos puesto en práctica de manera globalizada... Dicho con otra frase de Aristóteles: "Casi todo está ya inventado, pero algunas cosas no están organizadas, y otras se conocen, pero no se practican. (Política, 1264a)

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