29 octubre 2020

Necesitamos Aprender a Respirar con los Dos Pulmones

 

La Iglesia Maronita


                                                                                                                                          Por Maxi Chade

El Oriente es uno de los lugares que posee un gran bagaje histórico, cultural y religioso. Algunos hemos crecido con la idea de que cuando hablamos de “Tierra Santa” sólo podemos imaginarnos a Jerusalén y sus alrededores más cercanos; pero esto no es así. Muchos lugares del Oriente son considerados como Tierra Santa y uno de ellos es la República del Líbano. Un pequeño país con una superficie que es la mitad de la provincia argentina de Tucumán, pero que sin embargo tiene más de 5.000 años de historia desde las primeras civilizaciones que habitaron este suelo.

En las montañas del Líbano comenzará a formarse un grupo de seguidores de Jesús que guiados por el ejemplo de un monje asceta sirio, se agruparán para vivir en la fe, en el país de los Cedros. Las cuestiones teológicas de aquella época girarán en torno a la naturaleza de Cristo y ante estas divisiones, Marón decide alejarse para vivir eremíticamente. Teodoreto de Ciro (393-466) es el primero que relata la existencia de Marón, describiéndolo como un maestro divino que curaba con sus oraciones y a los que acudían numerosos fieles. Abraham de Ciro, seguidor de San Marón y llamado también el “Apóstol del Líbano” llega a este territorio hacia el año 402, fundando una comunidad maronita en la ciudad de Aqura.

Desde allí, la vida de la Iglesia Maronita siempre estuvo marcada por las persecuciones de otros pueblos al Líbano y la resistencia de los maronitas como fortaleza de conservación de la fe y de la herencia religiosa libanesa. De esta manera, los monjes fueron instalándose en las montañas libanesas y protegiendo a los distintos habitantes cristianos y no cristianos, de las constantes invasiones. De esta manera, la Iglesia Maronita no sólo enseñó la fe a los libaneses, sino que fue impartiendo también educación a los distintos pueblos.

La Iglesia Maronita tiene como idioma litúrgico el árabe y partes que conserva en su Liturgia, en árame: el idioma propio de las épocas de Jesús. Es una de las pocas familias litúrgicas orientales que conserva el arameo. Para su liturgia, al igual que la mayoría de las Iglesias Orientales, se usa el pan con levadura y su teología litúrgica insiste mucho en la participación de los fieles en los Divinos Misterios.

Posiblemente la figura de San Marón no sea tan conocida como la de otro de los santos de la Iglesia Maronita conocido mundialmente, tal es el caso de San Charbel Makhlouf, un monje ermitaño maronita, cuyo cuerpo incorrupto se halla enterrado en la Iglesia de Anaya, en las montañas libanesas.

Al considerarse la Iglesia Maronita, una Iglesia nacional, es decir que tiene una raigambre específica en el Líbano, sus miembros y sobretodo sus líderes, es decir, sus Patriarcas, han ejercido y siguen haciéndolo, un fuerte peso en lo social y en lo político; ejemplo de ello ha sido el Venerable Patriarca Elias Hoayek, a quien se le debe la actividad ejercida para la Proclamación del Gran Líbano en 1920; el Patriarca Nasralah Sfeir, fallecido el 12 de Mayo de 2019 cuyas intervenciones en los conflictos armados libaneses ha ayudado al cese del fuego y en la actualidad el Patriarca Bechara Boutros Rai, quien se encuentra también en la actualidad, siendo un referente del diálogo que el Líbano necesita para disminuir las tensiones que se van suscitando hace un tiempo en el país de los Cedros.

“Gloria Libani data est ei” (Is 35,2) “Le será dada la gloria del Líbano”, es el versículo que se encuentra bajo el escudo del Patriarca de Antioquía de los Maronitas, aludiendo a que esta Iglesia está protegida por la deferencia del Dios de nuestros Padres sobre este pueblo y a la vez como un llamado a los fieles maronitas a sentirse involucrados en acrecentar la gloria de Dios, en todos los rincones del mundo en donde estos se hallen esparcidos,

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