La Iglesia Maronita
El
Oriente es uno de los lugares que posee un gran bagaje histórico, cultural y
religioso. Algunos hemos crecido con la idea de que cuando hablamos de “Tierra
Santa” sólo podemos imaginarnos a Jerusalén y sus alrededores más cercanos;
pero esto no es así. Muchos lugares del Oriente son considerados como Tierra
Santa y uno de ellos es la República del Líbano. Un pequeño país con una
superficie que es la mitad de la provincia argentina de Tucumán, pero que sin
embargo tiene más de 5.000 años de historia desde las primeras civilizaciones
que habitaron este suelo.
En
las montañas del Líbano comenzará a formarse un grupo de seguidores de Jesús
que guiados por el ejemplo de un monje asceta sirio, se agruparán para vivir en
la fe, en el país de los Cedros. Las cuestiones teológicas de aquella época
girarán en torno a la naturaleza de Cristo y ante estas divisiones, Marón
decide alejarse para vivir eremíticamente. Teodoreto de Ciro (393-466) es el
primero que relata la existencia de Marón, describiéndolo como un maestro
divino que curaba con sus oraciones y a los que acudían numerosos fieles.
Abraham de Ciro, seguidor de San Marón y llamado también el “Apóstol del
Líbano” llega a este territorio hacia el año 402, fundando una comunidad
maronita en la ciudad de Aqura.
Desde
allí, la vida de la Iglesia Maronita siempre estuvo marcada por las
persecuciones de otros pueblos al Líbano y la resistencia de los maronitas como
fortaleza de conservación de la fe y de la herencia religiosa libanesa. De esta
manera, los monjes fueron instalándose en las montañas libanesas y protegiendo
a los distintos habitantes cristianos y no cristianos, de las constantes
invasiones. De esta manera, la Iglesia Maronita no sólo enseñó la fe a los
libaneses, sino que fue impartiendo también educación a los distintos pueblos.
La
Iglesia Maronita tiene como idioma litúrgico el árabe y partes que conserva en
su Liturgia, en árame: el idioma propio de las épocas de Jesús. Es una de las
pocas familias litúrgicas orientales que conserva el arameo. Para su liturgia,
al igual que la mayoría de las Iglesias Orientales, se usa el pan con levadura
y su teología litúrgica insiste mucho en la participación de los fieles en los
Divinos Misterios.
Posiblemente
la figura de San Marón no sea tan conocida como la de otro de los santos de la
Iglesia Maronita conocido mundialmente, tal es el caso de San Charbel Makhlouf,
un monje ermitaño maronita, cuyo cuerpo incorrupto se halla enterrado en la
Iglesia de Anaya, en las montañas libanesas.
Al
considerarse la Iglesia Maronita, una Iglesia nacional, es decir que tiene una
raigambre específica en el Líbano, sus miembros y sobretodo sus líderes, es
decir, sus Patriarcas, han ejercido y siguen haciéndolo, un fuerte peso en lo
social y en lo político; ejemplo de ello ha sido el Venerable Patriarca Elias
Hoayek, a quien se le debe la actividad ejercida para la Proclamación del Gran
Líbano en 1920; el Patriarca Nasralah Sfeir, fallecido el 12 de Mayo de 2019
cuyas intervenciones en los conflictos armados libaneses ha ayudado al cese del
fuego y en la actualidad el Patriarca Bechara Boutros Rai, quien se encuentra
también en la actualidad, siendo un referente del diálogo que el Líbano
necesita para disminuir las tensiones que se van suscitando hace un tiempo en
el país de los Cedros.
“Gloria
Libani data est ei” (Is 35,2) “Le será dada la gloria del Líbano”, es el versículo que se encuentra bajo el escudo del
Patriarca de Antioquía de los Maronitas, aludiendo a que esta Iglesia está
protegida por la deferencia del Dios de nuestros Padres sobre este pueblo y a
la vez como un llamado a los fieles maronitas a sentirse involucrados en
acrecentar la gloria de Dios, en todos los rincones del mundo en donde estos se
hallen esparcidos,

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