Hoy comienza la espera de Jesús, que siempre viene, que siempre está llegando, que siempre nos inunda con su novedad...
Hoy es día de Gracia. Hoy comenzamos a caminar en esa espera paciente y amorosa que nos permite una mirada nueva sobre el mundo y su acontecer. Una mirada nueva sobre mí misma primero, para ver sin anteojos empañados por los desencantos, mis impericias, mis desórdenes y los ajenos, las acedias y las tormentas internas que genera este tiempo.
Hoy, la propuesta es que podamos iniciar un período de conversión más hondo, más cierto, más "arraigados en Cristo", al decir del apóstol Pablo, porque esa será la medida de nuestro testimonio.
Hoy, Jesús nos exhorta a tener los ojos bien abiertos y los sentidos bien despiertos para no perdernos nada. Y eso es mucho. A veces nos queda grande. Porque no perderse nada significa mirar y ver. A todos. A todas. Sea la condición que sea en la que estuviera cada quien. Sin distinción de credo, género, raza, situación social y/o cultural. Sin el prejuicio puesto sobre la vida física, anímica o espiritual de las personas. Ver y compadecerme.
Hoy tenemos que tener la osadía de mirar y ver con los ojos de Jesús, para estar prevenidos y no perdernos esa llegada constante que Él hace en nuestras vidas.
Y lo hace mostrándose en los corazones rotos por la pandemia al no poder despedir a sus difuntos. En los jóvenes que por no encontrar sentido a su vida, se entorpecen y llenan de una búsqueda que aniquila los sentidos. En las mujeres que abortaron y no pueden sanar su herida. En las que no entienden que la vida es sagrada, única e irrepetible. En las que aún están presas de las esclavitudes de todo tiempo por la mirada cómplice y homicida de quienes aún se creen dueños del poder. En las personas que cada día claman por darle de comer a sus hijos de manera digna. En las que tenemos nuestros hijos muy lejos y no sabemos si los vamos a volver a ver.
Jesús se muestra y se muestra a cada instante. Es la manera que eligió el Padre Dios para que entendamos de qué materia está hecha su Amor. Jesús es la medida de la persona humana en toda su plenitud. Y su Cruz tiene la única altura que bajando del cielo se clava en la tierra y puede volver al Cielo.
Hoy, nuestro adviento nos abre la puerta a lo mejor de nuestro propio corazón, donde anida esa Esperanza cristiana que esperando da Vida y dando Vida espera.
Hoy, en esta Esperanza que nunca descansa, se pueden sostener los sueños de quienes no pueden soñar porque están vacíos de Dios.
"Nuestra vida se está jugando ahora mismo. Ahora nos estamos acercando o alejando de los que sufren. Ahora nos estamos acercando o alejando de Cristo. Ahora estamos decidiendo nuestra vida", dice José Antonio Pagola.

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