11 agosto 2020

Sección Joven


Un ¿para qué?... en tiempos de pandemia.


La situación de pandemia que nos atraviesa es la misma para todos. Es un virus que no conoce de edades, ni nacionalidades, ni clases sociales. Sin embargo, todos lo transitamos de diversas maneras… nos preocupan cosas diferentes y así como tenemos opiniones variadas sobre la realidad y las medidas que se exigen, también tomamos opciones  distintas.


Hace unos días se suspendieron las reuniones familiares, nuevamente. Mi hija más grande estaba cumpliendo los seis años y tuvimos que postergar indefinidamente el festejo con la familia. En su momento nos pareció la opción más obvia pero a los pocos días  esa seguridad comenzó a desvanecerse, empecé a preguntarme: ¿esto tiene sentido? ¿Sirve que yo haga esto si hay un mar de gente que no? ¿Qué cambia mi actitud si la realidad de la pandemia nos va a desbordar igual?
Esa fue mi experiencia, pero estoy segura que más de uno a lo largo de este tiempo se ha hecho las mismas preguntas. Y más los jóvenes, que creemos que tenemos menos riesgos, que la vamos a pasar más fácil y sólo nos entra un poco de miedo si tenemos familiares de riesgo. Pero esas siguen siendo respuestas rápidas para una opción que en lo más profundo sigue haciendo resonar la pregunta: ¿qué sentido tiene?
Y de tanto preguntar y descartar respuestas como “es la ley”, “es más seguro”, “nos arriesgamos menos” llega la cuestión a lo más profundo del corazón; ahí donde tomamos las decisiones más serias, donde se nuclean todas nuestras motivaciones. Y volvemos a hacerle espacio en nuestras preguntas a esa persona en la que encontramos todas las respuestas. Ahí está Jesús para conversar un rato y también la experiencia de todos los cristianos que han fundado sus opciones en él.
Viene a mi cabeza aquel discurso de Jesús en el que le dice a sus discípulos: “sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo” (Mt 5,48). Mateo cierra con estas palabras el sermón de la montaña, después de las bienaventuranzas y de aquella profundización que hace de la ley devolviéndole su sentido más hondo y amplio (Cf. Mt 5,1-47). La perfección del Padre que nos pone como horizonte y la felicidad que se promete como bienaventurados es un misterio, en el sentido más profundo de la palabra, algo que nos desborda y no tiene fin; pero algo a lo que nos acercamos en esas pequeñas opciones y modos de vivir la realidad que nos toca; desde el sentido que descubrimos en aquello que pareciera no tenerlo. Es la lógica del Reino, la lógica del discipulado, la lógica de la santidad: gustar en las pequeñas cosas el sabor de lo inmenso que se le ofrece como sentido.
Quedarnos guardados para que no nos multen o nos miren mal, salir y romper la norma porque no aguantamos las ganas de estar con los amigos, son opciones pobres al lado de lo que estamos llamados como cristianos. Si salimos o nos quedamos, sea cual fuere la forma en que nos toca atravesar esta pandemia lo hagamos a lo  grande, lo hagamos camino de santidad; porque somos gente que tiene motivos para creer que lo grande, lo perfecto se construye y se vivencia en lo chiquito, tan chiquito que más de una vez nos hace preguntarnos si realmente tiene sentido.
Es una Buena Nueva para el cristiano aquella respuesta que entra como bocanada de aire fresco en el tedio de la duda y nos llena de paz y fortaleza para tomar la mejor decisión; que la perfección la podremos vivir si afinamos el oído y corazón para que un gesto aparentemente indiferente se convierta en una opción a conciencia, generosa y motivada por el amor a la vida propia y sobre todo de los demás.

Agustina Sánchez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Sumario

    Editorial                     Séptima entrega   Herramienta para superar conflictos con los vecinos                    Mónica Corn...