15 octubre 2020

Área Joven

 Un hombre de palabra.



Por  Agustina Sánchez.


Esta semana ha sido novedad por todos lados la nueva encíclica del Papa Francisco "Tutti Fratelli". Algunos sitios ensalsándolo y haciéndose eco de aquellas frases e ideas que el Papa allí expresa... otros relamente ofuscados.
También, en Netflix, salió hace pocos días un documental de Francisco realizado en el 2018. El mismo se titula "El Papa Francisco. Un hombre de palabra" y va intercalando una entrevista que se le realiza al Papa y algunos archivos que han ido quedando de sus acciones y palabras durante sus años de pontificado.
Realmente en el documental se recuperan muchísimos de los temas tratados por Francisco tanto, desde la mirada multitudinaria en público con sus gestos siempre llamativos, como en la intimidad de una entrevista como suelen ser las de él, llenas de seriedad y serenidad.
Los temas que se tocan han sido de público conocimiento y de mucha repercusión (economía, pederastia, inmigrantes, ecología, poder, etc) Por eso me permito no entrar en detalles sobre lo que allí se recupera, sino centrarme en algo que me dejó pensando al finalizar el documental: el título "El Papa Francisco. Un hombre de palabra".
Palabra no palabrerío. Estamos en la era en la cual, salvo por alguna dificultad personal para expresarse, todo aquel que quiere decir algo encuentra un espacio público para hacerlo, desde algún medio de comunicacion, redes sociales o se generand un periódico digital, como en nuestro caso. Esto es una riqieza enorme siempre que se use responsablemente. Pero a su vez, son medios de expresión instantáneos y lo que digo puede durar un día como en una historia de Facebook, Instagram o el estado de Whatsap;
 y al día siguiente contradecirme a mí mismo con otra cosa.
Así la palabra es mas bien palabrerío,  expresiones sueltas incoherentes con otras a lo largo del tiempo y con la misma persona. 
Este documental permite ver la coherencia del Papa a tal punto que cada expresión, hecha diversas situaciones, está en total coherencia con las otras pudiendo resumirse en una gran y única palabra: el amor a Jesús en los que más sufren. No hay expresión que se entienda fuera de aquella, que en el fondo, mas que expresión es su propia experiencia.
Tocamos asi la segunda idea, un hombre de palabra que es acción. Tan acostumbrados en las figuras públicas a aquellas promesas o ideas que se anuncian a todas voces y a la primera de cambio el viento se las lleva, tenemos a este hombre que todo lo que proclama y anuncia parte de su propia experiencia y compromiso. Es así, un modelo de liderazgo que, lejos de guiar a su pueblo desde meras indicaciones, lo hace caminando junto a el, invitándolo a hacer lo mismo que él hace y a su vez animándose, con extrema humildad, a conocer  la riqueza que otros, dentro o fuera de la Iglesia, pueden aportar a ese caminar. Un liderazgo de alguien que hace opción real por aquello que ha descubierto y que anuncia como fundamento de su existencia. 
Algunos periodistas argentinos han querido leer, en sus palabras y gestos, constantes guiños al gobierno argentino acusando a la Iglesia de defender el "pobrismo". No es este el espacio para debatir esto, que sin duda no comparto en absoluto, pero sí una parte de mí se alegra de que el problema no sean las famosas riquezas del Vaticano sino más bien la opción por los pobres, aunque, mal entendida para estos periodistas, significa que hay un liderazgo importante que está tocando estructuras que sí pretenden dejarlos ahí olvidados, como el descarte de nuestra sociedad.
Y por último, descubrirlo como hombre de la Palabra, del Verbo, de Jesús. No hay en él fundamento que, en primera y última instancia, no se remita a Jesús y a su anhelo de instaturar el Reino acá, de que cada persona, en especial los que menos dignos se sienten, puedan descubrirse profundamente amados por Dios Padre.
Vemos en la ternura de este Papa, en sus gestos públicos y en aquellos no tan trascendidos, en sus opciones, en su coherencia y hasta en sus neologismos tan ocurrentes como movilizadores, un Papa cuyo corazón no le pertenece sino que lo ha entregado a Jesús, asumiendo todos los retos y desafios que esto signifique.
Hombre de una palabra, hombre de palabra y hombre de la Palabra es el Papa que el Espiritu ha elegido para este tiempo de nuestra Iglesia. 
¡Qué desafío el nuestro! De animarnos a dejarnos conducir por éste pastor, dejarlo que nos anime a acercarnos más a Jesús y a jugarnos en hacer presente el Reino sobre todo entre los que más sufren.
                             

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